jueves, 6 de abril de 2017

STEVIA, un tesoro para diabéticos y un peligro para Sanidad | Josep Pamies blog


STEVIA, un tesoro para diabéticos y un peligro para Sanidad

 
 
 
 
 
 
103 Votes


https://joseppamies.files.wordpress.com/2009/05/af397-stevia.jpg?w=716&h=416

VÍDEO SOBRE LA STEVIA

DONDE ENCONTRAR LA STEVIA

Traducción de «Carta Oberta a la Consellera de Salut» (carta abierta a la consejera de Salud de Cataluña)

La estevia es una planta que por sí sola desmantelaría el negocio sucio del aspartamo (edulcorante químico y de producción transgénica) y reduciría en buena parte el consumo de medicamentos e insulinas (también de producción transgénica).
En el enlace a la Revista Discovery Salud encontrarán la historia inconfesable del aspartamo: Otro enlace también muy esclarecedor sobre la toxicidad del Espartamo       

Por todos estos motivos decidimos cultivar, regalar y vender la estevia, y el resultado ha sido que la Administración pública nos ha coaccionado para que abandonemos nuestro proyecto, tal y como denuncio en esta carta abierta a la consejera de Salud de Cataluña:

Muy Honorable Sra. Consejera de Salud de la Generalitat de Cataluña:

Soy Josep Pàmies, agricultor de Balaguer, miembro de Slow Food y de la Asamblea Pagesa de Catalunya, entidades preocupadas por la alimentación como fuente de salud.
Sé que es difícil que esta carta llegue a sus manos, pero espero que la persona o personas que filtran su correspondencia entiendan los motivos que me llevan a intentarlo.

Como iniciativa personal, desde hace muchos años intento recuperar para la alimentación humana toda una serie de plantas mal denominadas «malas hierbas», todas ellas con una u otra propiedad preventiva de enfermedades.

He podido introducir en el mercado, con mucha dificultad, nuevas ensaladas provenientes de estas «malas hierbas» que hasta hace una década yo mismo eliminaba con herbicidas, dada la formación química de producción agrícola que había recibido.

Sería muy largo de explicar, pero estos últimos años he conseguido reconvertir mis métodos de producción de alimentos, de tal forma que sean más seguros para la sociedad, sin abusar tanto de todo ese arsenal químico que hoy en día agricultores y ganaderos tenemos a nuestro alcance.

Descubrí a los 59 años el engaño de la industria de los fitosanitarios agrarios, íntimamente ligada a la industria farmacéutica.

Descubrí a mi edad que he colaborado, seguramente, a que las enfermedades crónicas de la sociedad hayan aumentado de la forma en que lo están haciendo, en buena parte debido a una alimentación tan llena de residuos de pesticidas, antibióticos, hormonas, etcétera.

Descubrí que en esta vida todo se está convirtiendo en negocio y que las enfermedades crónicas (diabetes, cáncer, obesidad, alergias, hipertensión, colesterol, etcétera), son un filón inagotable de beneficios para la industria farmacéutica.

Descubrí que la mayoría de estas enfermedades crónicas podrían en buena parte evitarse o curarse con un cambio hacia una alimentación más natural, potenciada por la aplicación rigurosa de las propiedades de muchas plantas medicinales, que podemos obtener con un coste ridículo, frente al expolio descarado que la industria farmacéutica ejerce sobre el presupuesto sanitario público.

Conocí las opiniones de un premio Nobel de Medicina, Dr. Richard J. Roberts, que asegura (en una entrevista en La Vanguardia) que la industria farmacéutica obliga a los investigadores a reconvertir un fármaco que podría curar una enfermedad en otro que la perpetúe como crónica.

Conocí la opinión de una monja catalana, Teresa Forcades, doctorada en Medicina y Teología, que de forma valiente desvela en un informe los intereses criminales de la industria farmacéutica .

Ante este panorama que he podido constatar personalmente, tengo dos opciones: o bien callar con resignación y esperar que las autoridades sanitarias nos lo resuelvan todo, o bien colaborar activamente desde la sociedad civil en este espíritu que inició usted, Honorable Consejera, al intentar introducir dentro la sanidad pública algunas de las medicinas alternativas, menos agresivas que la dominante.

Sé que usted, como persona sensible, así como buena parte de los políticos, piensan que es preciso enderezar esta locura en la que nos hemos adentrado todos sin darnos cuenta, dado que durante mucho tiempo casi todos hemos pensado que este modelo que se ha ido imponiendo era un modelo que ayudaría a prosperar a la humanidad.

Pero también sé lo difícil que debe ser iniciar y consolidar un cambio en este tema tan importante, debido a los grandes intereses económicos que hay detrás.

Como le decía, optamos por colaborar activamente para impulsar un cambio en los hábitos alimentarios que nos lleven hacia la salud, y no hacia la enfermedad. Por consiguiente, empezamos a etiquetar los vegetales que comercializábamos (mediante la empresa que comparto con mi hermano) para indicar las propiedades que se citan en el Vademécum de Farmacia (qué ironía) y en el extraordinario libro titulado Dioscórides.

Intentábamos hacer de puente entre estos saberes populares de medicina tradicional, tan conocida por nuestros padres y abuelos, y una sociedad cada día más urbana y desconectada de estos conocimientos.

Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando, en diciembre del 2004, el delegado en Lleida de Sanidad, Sr. Barranco, nos abrió expediente, requiriéndonos que dejáramos de etiquetar con sus propiedades todos los vegetales que comercializábamos, bajo la amenaza de aplicarnos la sanción correspondiente.

Analizando la legislación en que se amparaba este requerimiento —el Real Decreto 1334/99, de 31 de julio, sobre normativa de etiquetado—, pudimos constatar que la prohibición de etiquetar un alimento con sus propiedades es para todos los alimentos menos para dos grupos de lujo, que son los lácteos y las aguas minerales.

Estos dos sectores, monopolizados peligrosamente cada día más por unas pocas empresas en todo el planeta, pueden etiquetar, por ejemplo, con las propiedades de un omega 3 artificialmente añadido a sus leches o margarinas, mientras que una sardina o el grano de lino, que son por naturaleza muy ricos en omega 3, no pueden etiquetarse con las mismas propiedades. ¿Por qué esta discriminación?

¿Acaso no es más sano y natural ingerir el omega 3 racionalizando la dieta con pescado azul, grano de lino o cereales integrales, que consumir en exceso estos lácteos porque la engañosa publicidad nos dice que traen omega 3 añadido?

Atemorizados por la decisión del Sr. Barranco de prohibirnos etiquetar nuestros vegetales con sus propiedades, decidimos, muy a nuestro pesar, hacerle caso y retirar de las etiquetas una información que consideramos muy valiosa.

No obstante, durante el 2007, después de comprobar el efecto tan extraordinario que tenía entre centenares de diabéticos una planta que cultivamos —la Stevia rebaudiana— decidimos volver a etiquetarla con sus propiedades.

La estevia, consumida en fresco o en infusión, actúa como un regulador del nivel de azúcar de la sangre en casi todos los diabéticos tipos II y en un buen porcentaje de los de tipo I; es hipotensora; es capaz de eliminar la ansiedad por comer en mucha gente obesa; etcétera. Finalmente, nos dirigimos al IDIAP (Instituto de Investigación en la Atención Primaria), dependiente formalmente del Instituto Catalán de la Salud, que dirige usted. Nuestra intención era ofrecerles la experiencia que tenemos con centenares de diabéticos.

El resultado de estas dos actuaciones ha sido el siguiente: la gerente del IDIAP, Concepción Violan, se interesó rápidamente por el tema, se puso en contacto personalmente conmigo y las primeras palabras fueron «¿De qué capital dispone, Sr. Pàmies, para poder financiar un estudio de administración de estevia a diabéticos?». Me informó de que el IDIAP, pese a depender del Instituto Catalán de la Salud, es una Sociedad Anónima, y para investigar hacía falta que las empresas (me puso el ejemplo de Danone) aportaran el capital suficiente por hacer posible la investigación.

Le critiqué esta manera de hacer las cosas y le informe que mi intención no era obtener ningún beneficio particular, como sería el caso de Danone, sino colaborar para que la sanidad pública conociera las propiedades de una planta que los propios diabéticos podrían cultivar para su consumo propio, incluso en su balcón, con la consiguiente mejora de su salud y, asimismo, de las finanzas públicas dedicadas a Sanidad.

Fríamente, Concepción Violan se me sacó de encima, recomendándome que buscara yo mismo médicos de familia, que redactaran un buen proyecto de experimentación, que se lo hiciéramos llegar y a partir de allí, sin asegurarme nada, mirarían la forma de buscar alguna subvención pública.

¿Cómo puedo yo encontrar un equipo de médicos, si la mayoría que conozco tienen pánico a comprometerse con una visión de la medicina que no está bien vista en las esferas oficiales?

¿Quién financia los 70 ensayos clínicos con nuevos medicamentos que actualmente lleva a cabo con pacientes el IDIAP, mayoritariamente con diabéticos? Es al menos curiosa la coincidencia en que una empresa láctea, la DANONE, fuera el ejemplo que me pusiera la doctora Violan. ¿Estará Danone ya pensando en nuevos yogures antidiabéticos con estevia añadida?

El resultado de la otra actuación, la de volver a etiquetar al menos la Stevia rebaudiana que comercializamos, ha sido una respuesta más dura. Mediante una comunicación del Departamento de Sanidad y Seguridad Social, nos vuelven a prohibir que etiquetemos dicha planta con sus propiedades, añadiendo ahora la prohibición de su venta, acusándonos de infringir la Ley de Protección de la Salud, de julio del 2003, con la amenaza de incoarnos expediente sancionador y poner en alerta al SCIRI (Sistema Coordinado de Intercambio Rápido de Información) para proceder a la retirada del producto que pueda haber en el mercado.

Considero, Sra. Consejera, que si usted dispusiera de la experiencia que estamos teniendo con centenares de diabéticos sobre el efecto de la estevia en la regulación del nivel de azúcar en sangre y de la hipertensión asociada; que si supiera que en Japón, Brasil, Argentina, Colombia, China —entre otros países— esta planta se utiliza masivamente con gran éxito y sin ninguna contraindicación; que se han publicado cientos de estudios clínicos de investigación con ratas y humanos con resultados extraordinarios, usted, Sra. Consejera —que le supongo buenos sentimientos—, actuaría rápidamente en beneficio de un colectivo tan numeroso como es el de los diabéticos.

Tenga en cuenta también que la Coca Cola, después que el Gobierno del Japón le obligara a sustituir en la Coca Cola Light el edulcorante químico aspartamo por el natural estevia (hace unos veinte años), ha anunciado hace unos meses que ha patentado la aplicación de la estevia en veinticuatro productos alimentarios, como un edulcorante natural que revolucionará la industria perniciosa de los azúcares naturales y químicos.

¿Cataluña no tiene derecho a ser pionera en alguna cuestión de uso social de los alimentos? ¿Hemos de esperar siempre a que los grandes poderes económicos de la agro-farma-industria se apropien de lo que la humanidad podría tener a su alcance de una forma sencilla y natural?

La Organizacion Mundial de la Salud (OMS) vaticina que para el año 2030 un 25 % de la población mundial será diabética, por culpa fundamentalmente de la alimentación actual, y que por esta sola enfermedad puede entrar en crisis todo el sistema sanitario. Si a ello le sumamos el cáncer, la obesidad, la hipertensión, las alergias… también producidas en buena parte por la mala alimentación, el panorama puede ser dramático, tanto si miramos el coste económico como si consideramos la calidad de vida de las personas.

Pero, pese a quienes pese, la estevia será una planta que abrirá una brecha en este mundo tan sucio de la alimentación y la industria farmacéutica, puesto que son millares las plantas que tenemos a nuestro alcance, con propiedades extraordinarias y desconocidas para la inmensa mayoría de la sociedad.

Últimamente, la organización Slow Food ha escogido la estevia como un símbolo de resistencia a estos despropósitos, y somos cada día más los que creemos que con la salud y la alimentación no se puede jugar. Si hemos de hacer honor a Hipócrates (padre de la Medicina) y a su lema «que tu alimento sea tu medicamento», creo que tenemos un campo de trabajo enorme e ilusionante para recuperar el espíritu hipocrático.

Enviado desde mi iPad

No hay comentarios: