sábado, 23 de noviembre de 2013

Radical trip Barry Carr

01/04/1981
Radical trip
Barry Carr ( Ver todos sus artículos )
 
 
Los orígenes del Partido Comunista Mexicano
Barry Carr. Historiador inglés. Profesor de La Trobe University. Autor de El movimiento obrero y la política en México, 1910-1929. México, SEP. 1976, 2 vol. (Col. Sep. Setentas.)
LOS AÑOS ROJOS
El Partido Comunista Mexicano, fundado en noviembre de 1919, es el más antiguo de México y sin embargo se sabe muy poco de su formación o de los individuos que lo fundaron. Los pocos recuentos serios que existen están plagados de errores en lo que se refiere a los hechos y a las interpretaciones, y no son pocas las versiones conservadoras o reaccionarias ansiosas de establecer el carácter discutidamente "antinacional" de los primeros años del partido. Un tema frecuente en la literatura es el de la naturaleza "exótica" y extraña del surgimiento del PCM que fue, de acuerdo a esta versión, el resultado de "agitadores" extranjeros ignorantes de las peculiaridades de la sociedad mexicana. Por supuesto, es imposible discutir la formación del PCM o, para el caso, discutir la formación de cualquier otro partido comunista fundado en el mismo período, sin hacer referencia a la crucial coyuntura internacional de los años que siguieron inmediatamente a la Revolución rusa. Los años rojos de 1917-1920 decidieron una época donde el ejemplo soviético, los estragos de la Primera Guerra Mundial y el derrumbe de una sección considerable de la Segunda Internacional hicieron que la revolución a escala mundial pareciera una posibilidad real: sólo la derrota de los movimientos alemanes, húngaros, austriacos y finlandeses, obligó al Comintern en 1921 a hacer un cálculo más sobrio de las verdaderas posibilidades de derrumbe del orden capitalista.
En México, los efectos radicalizadores de la guerra fueron, obviamente, más limitados. Sin embargo, los años de 1918 a 1920 estuvieron marcados claramente por la creencia generalizada de que el antiguo régimen se estaba acercando a su fin o, incluso, como llegó a escribir un político carrancista en 1920, que "el sistema capitalista que ha sustentado la organización social contemporánea parece estar en bancarrota" (Rafael Nieto). La creciente tensión entre las clases en este período se puede observar en una variedad de fenómenos: un aumento marcado en el número y en el carácter de las huelgas (muy buenos ejemplos son las huelgas de 1919 de los maestros de la ciudad de México y las huelgas de los trabajadores textiles en Orizaba), la resistencia cada vez mayor de algunos comerciantes e industriales a obedecer las previsiones laborales de la Constitución de 1917, o la repatriación masiva de trabajadores mexicanos provenientes de Estados Unidos en la depresión económica de la posguerra.
Hoy es difícil aceptarlo, pero durante los años de Carranza, México fue parte de la movilización revolucionaria de los años rojos, al menos ante la mirada de la intelectualidad revolucionaria de Europa, Estados Unidos y Asia. Por muchas y variadas razones, un número impresionante de radicales y revolucionarios llegaron a México después de 1917, y muchos de ellos jugaron un papel importante, aunque de ninguna manera dominante, en el surgimiento del PCM y en la intervención de éste en la vida política. La mayoría de los jóvenes radicales, en especial los que venían de EU, leva o "remisos", como se les llamaba peyorativamente, habían pasado al olvido. Pero más tarde algunos de ellos pasaron a ocupar un lugar importante en el movimiento comunista y socialista internacional. De Asia llegó el nacionalista hindú M.N. Roy y el pionero japonés socialista y comunista, Sen Katayama. De Estados Unidos llegaron jóvenes estudiantes como Carleton Beals, que posteriormente fue un periodista radical y escritor distinguido; Charles Philips, que bajo el seudónimo de Manuel Gómez emergió como una importante figura dentro del Partido Comunista en Estados Unidos; Louis Fraina, uno de los primeros miembros de ese partido; Mike Gold conocido en México como Irvin Granich y que se convertiría en el zar literario del movimiento comunista norteamericano en las décadas de los veinte y treinta; y el brillante caricaturista de la revista radical, The Masses, Henryd Glintenkamp. De Europa llegaron el socialista suizo (y posteriormente líder del Partido Comunista Suizo), Edgar Woog -conocido en México como Alfred Stirner-, y el ruso Mijail Borodin, agente del Comintern y más tarde una figura importante en Inglaterra y sobre todo en China. Sin embargo, con la excepción de Roy y Woog que estuvieron poco menos de tres años en México, ninguno de los hombres que, de una u otra forma se conectaron con el PCM en sus primeros años, estuvo más de un año, en México, y algunos, como Borodin, Fraina y Katayama, sólo estuvieron pocos meses.
Pero la participación de estos extranjeros no debe oscurecer el hecho de que el surgimiento del PCM fue, fundamentalmente, una respuesta de los mexicanos ante el desarrollo del movimiento obrero mexicano y la sociedad y la política mexicanas. En un momento en que el PCM está renovando sus posiciones teóricas y programáticas, sumando a esto un aumento de miembros en sus filas y el rechazo de fórmulas ideológicas anticuadas y un esfuerzo honesto por desarrollar una conciencia crítica de la historia del partido, la ocasión es adecuada para tratar de precisar los antecedentes y los primeros años del partido.
EL PARTIDO SOCIALISTA MEXICANO
A principios de 1917, no podía decirse que el marxismo estaba ampliamente diseminado entre los trabajadores e intelectuales de México, ni que el "socialismo científico" tal como era visto por la Segunda Internacional era una corriente preponderante dentro de la trayectoria del movimiento obrero. Los preceptos anarquistas y libertarios aún dominaban al sector más radical de la clase trabajadora, organizada sólo parcialmente, y en la cual las corrientes libertarias, mutualistas y cristianas eran elementos significativos. En 1916, la sección mejor organizada del movimiento obrero en la capital había sido instalada en la confusión. La derrota de la huelga general en la ciudad de México ese año, y la disolución de la Casa del Obrero Mundial por el gobierno de Carranza, estimularon una reconsideración de la estrategia obrera que habría de dar frutos en los siguientes tres años, con la formación de dos corrientes claras dentro de la clase trabajadora: el sindicalismo reformista de la CROM, fundada en 1918, y el surgimiento temporal de corrientes anarco-sindicalistas y marxistas en el Gran Cuerpo Central de Trabajadores y el Partido Comunista Mexicano en 1919.
Un indicador significativo de la orientación futura de la CROM y una fuente de conflicto con otros sindicatos radicales, fueron los vínculos estrechos que esta estableció no tan sólo con los miembros de la ascendente "Dinastía Sonorense", sino también con la Federación Norteamericana del Trabajo (American Federation of Labor, AFL). Durante la Primera Guerra Mundial, la AFL se había identificado con los fines de guerra del gobierno norteamericano y era también el principal instigador para establecer una federación laboral "moderada", anti-socialista, latinoamericana, con la CROM como su afiliado clave. Pero las ideas anarquistas, sindicalistas y libertarias dominaban todavía al trabajo organizado mexicano, y la orientación general de la CROM y, en particular, su acogimiento de la estrategia de "acción múltiple", alejó a un gran número de trabajadores. A finales de 1918, algunos de ellos establecieron una nueva organización laboral que pasó casi inadvertida para los historiadores de la clase obrera mexicana: el Gran Cuerpo Central de Trabajadores. Orientado fuertemente hacia los trabajadores de la ciudad de México, el Gran Cuerpo acogió a los obreros capitalinos más decididamente independientes y militantes, muchos de los cuales habrían de decidirse por la Confederación General de Trabajadores (CGT) en febrero de 1921. El Gran Cuerpo ganó el apoyo de panaderos, tranviarios -un grupo particularmente militante en 1914-15-, telefonistas, choferes y algunas secciones del movimiento de obreros textiles. También estableció vínculos estrechos con el viejo Partido Socialista Mexicano que había tomado un nuevo aire en enero de 1918.
El Partido Socialista Mexicano fue el primer foco afianzado del pensamiento social democrático en México. Fundado en agosto de 1911 por un refugiado alemán de la persecución bismarckiana durante los ochenta, Pablo Zierold, el partido incluía dentro de sus miembros fundadores a un abogado de la ciudad de México, Adolfo Santibáñez, quien más que otra persona apoyó al PSM a lo largo de los difíciles años de la revolución. Simpatizante del zapatismo -fue miembro del Ministerio de Justicia de la Convención-, también demostró su habilidad como ayudante legal del movimiento obrero por su defensa de los huelguistas que llegaron a un tribunal militar después de la huelga de 1916. A pesar de la indudable influencia de las corrientes anarquistas dentro del partido, el PSM no se opuso de un modo ortodoxo a la actividad política y al parlamentarismo. Los escritores del periódico del partido, El Socialista, alertaban contra la creencia en la eficacia del parlamentarismo como una solución a largo plazo para los problemas obreros, pero instaban a los lectores a elegir los diputados en tanto que ellos articularan los intereses de las masas. Repetida e insistentemente, el partido buscó enfatizar el hueco que separaba sus opiniones de aquellas de los liberales magonistas. "Los socialistas forman partidos políticos y son respetados y temidos por los políticos burgueses". Muy precisamente, estos sentimientos hacían eco a las posiciones reformistas y parlamentarias tanto del Partido Socialista Español como del núcleo mayoritario del Partido Social Demócrata Alemán en el período anterior a la guerra.
ITINERANTES Y RADICALES
Después del asesinato de Francisco Madero en 1913, de algún modo el Partido Socialista Mexicano desaparece del escenario; pero, según parece, organizó actividades y conferencias en la ciudad de México hasta 1915, cuando sus simpatías se inclinaron violentamente hacia las fuerzas de la Convención de Villa y Zapata. Pablo Zierold, por ejemplo, en un artículo para International Socialist Review a principios de 1915, les decía a los lectores norteamericanos que la Convención iba a "a despejar el camino para el socialismo, ya que Villa y Zapata no son más que socialistas".
El impacto de la Revolución rusa en la izquierda mexicana fue considerable. Las noticias sobre las revoluciones de 1917 llegaron principalmente vía la prensa anarquista española (Tierra y Libertad de Barcelona, por ejemplo) y a través de las versiones distorsionadas que aparecieron en la prensa burguesa de México. La orientación anarquista de la masa de obreros radicales mexicanos no opacó del todo el entusiasmo por los avances importantes en el joven estado soviético. Los acontecimientos revolucionarios en Rusia fueron interpretados simplemente de acuerdo a las creencias anarquistas y sindicalistas. La prensa radical mexicana hizo un énfasis particular en el soviet o el consejo de trabajadores como la institución más característica y significativa creada por la revuelta revolucionaria. Para los anarquistas mexicanos, la Revolución rusa fue un ejemplo magnífico de la acción directa llevada a cabo por una minoría activa con los slogans familiares, anarquistas y libertarios, del antimilitarismo, la libertad individual y la destrucción del estado. Rusia en efecto, se había convertido en "el proletariado en armas", la creación de un levantamiento espontáneo del "pueblo" radicalizado por la guerra y el sufrimiento, exigiendo la expropiación del capital. Hasta cierto punto, las distorsiones de la prensa burguesa alentaron estos esfuerzos por ver a la revolución bolchevique como la encarnación del objetivo anarquista de la "Revolución Social". La reacción de los radicales mexicanos ante los avances revolucionarios en Rusia repiten, de hecho, las respuestas de muchos sindicalistas españoles y alemanes y los anarquistas durante los años inmediatos de la posguerra.
La entrada de Estados Unidos a la guerra, en abril de 1917, fue otra de las influencias que redefinió el curso del radicalismo y socialismo mexicanos. Los intentos realizados por el gobierno de Wilson para alterar la neutralidad de la administración de Carranza, provocaron un resentimiento cada vez mayor entre los mexicanos que veían en esto la interferencia amenazante de un vecino poderoso. Las respuestas a las políticas agresivas de Estados Unidos tomaron la forma de un neutralismo estridente o de un anti-imperialismo que, en ocasiones, iba acompañado de sentimientos favorables hacia el poder alemán -visto como un contrapeso potencial ante las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos.
La declaración de guerra de E.U. tuvo otros efectos en México. Centenares de norteamericanos que se oponían a que E.U. entrara en la guerra cruzaron el Río Grande. Pocos participaron en la formación del PCM, pero algunos, como Irving Granich y Charles Philips, se acomodaron -tanto por accidente como por táctica- en el mundo del movimiento obrero y socialista mexicano. México también proporcionó un hogar temporal para los inconformes de otro tipo: representantes del movimiento anti-colonialista hindú que reunió fuerza en Estados Unidos en la década anterior a 1917. La estrecha vigilancia del espionaje británico y norteamericano de los activistas hindúes antiimperialistas, avivada por el conocimiento del contacto alemán con una sección del movimiento, trajo a México, entre 1917 y 1918, a varios nacionalistas hindúes. En México hubo cuando menos cinco revolucionarios hindúes importantes: Dhirendra Nath Sen, Sailenranath Ghosh, J.N. Sanyal, Hermabalal Gupta y el más importante de todos, Manabendra Nath Roy.(1) El nacionalista bengalí M.N. Roy llegó a México en junio de 1917 junto con su esposa norteamericana, Evelyn Trent, quien hizo contacto con los grupos feministas mexicanos. El nacionalismo anticolonialista de Roy había ido tomando poco a poco un carácter socialista en los últimos meses de su estancia en Nueva York antes de venir a México. A su llegada a México se puso en contacto con el recientemente fortalecido Partido Socialista Mexicano, y para principios de 1919 había ayudado al restablecimiento y la expansión del periódico del partido. Roy no sólo desempeñaría un papel importante en la creación del PCM, sino que también, posteriormente, tomó parte importante en la evolución de la política del Comintern en las cuestiones coloniales de los veintes.
Finalmente, la localización estratégica de México en la frontera de Estados Unidos y el impacto mundial del radicalismo social y agrario de la Revolución mexicana, llamaron la atención de sectores de la izquierda europea y, en particular, de la recién creada Tercera Internacional. Mijail Borodin, un agente del Comintern que visitó México a fines de 1919, fue sólo el primero entre un número de personajes que dejaron su marca en el desarrollo del comunismo mexicano.
LECTURA DEL "EL SOCIALISTA"
El paso más importante hacia la creación del Partido Comunista Mexicano se llevó a cabo en el Congreso Socialista Nacional de agosto y septiembre en 1919. La reunión fue convocada por el Partido Socialista Mexicano, que después de varios años de inactividad había vuelto a aparecer a fines de 1917 bajo la dirección del Lic. Adolfo Santibáñez y de Francisco Cervantes López. El partido comenzó a publicar una vez más su periódico El Socialista alrededor de 1917, primero semanal, luego mensual, pero problemas de tipo económico obligaron a cerrar su publicación a fines de 1918. Según Roy, su ayuda económica, obtenida irónicamente a partir de fuentes alemanas en México, permitió que el periódico volviera a publicarse con amplitud en enero de 1918.
Algo de la ideología y del estilo del partido se puede apreciar a partir del contenido de El Socialista. Al nivel de las políticas internacionales, el periódico se alineó con los movimientos social-demócratas europeos, proporcionando noticias y artículos de periódicos como L'Humanité (Partido Socialista Francés) y Vorwaerts (el diario berlinés del Partido Social Demócrata Alemán). La Revolución rusa recibió toda la simpatía de los escritores del periódico. Sin embargo, el sentido de la desolación intelectual del partido puede juzgarse por los comentarios de Francisco Cervantes López en abril de 1918. Discutía en un artículo que la doctrina socialista era casi desconocida en México, donde el analfabetismo significaba un serio problema y donde el anarquismo tenía un asidero en los trabajadores. La ignorancia de la teoría y la estrategia socialista empeoró por la carencia de materiales de lectura apropiados. "Los libros que llegan de España son traducciones de obras publicadas hace más de un siglo en Francia, Alemania y Rusia", concluía, lo que facilitaba la confusión de las ideas anarquistas y socialistas.(2) De Hecho, la fuente principal de confusión no fue, como pensó Cervantes López, la herencia del anarquismo sino la adopción casi universal del término "socialismo" por cientos de personalidades políticas y militares durante la revolución épica que proclamó su fe socialista, diseminando versiones grotescas de las ideas socialistas, ocultando lo que eran posiciones esencialmente populistas y gobiernistas. Con raras excepciones -Rafael Nieto es una de ellas-, la concepción populista del socialismo reflejó la opinión más amplia, sostenida entre los círculos constitucionalistas, de que la meta suprema del Estado consistía en establecer la paz social y el bienestar colectivo por medio de un equilibrio de clase puesto en vigencia rigurosamente.
Es dudoso que el Partido Socialista Mexicano tuviera más de dos docenas de miembros activos. Al empezar, el partido no estaba vinculado formalmente con los sindicatos obreros, aun que por medio de las actividades de un nuevo recluta, José Allen, estableció contactos estrechos con el Gran Cuerpo Central de Trabajadores. Recordando los encuentros durante 1918, en los que habló con Santibáñez y miembros del Comité Ejecutivo del partido, Roy señaló que con la excepción de "el burgués de Santiabáñez y un maestro de escuela" todos los miembros ejecutivos "eran proletarios de pura sangre".
A pesar del explícito tono antianarquista de las publicaciones del partido, su personal estaba aún profundamente imbuido de ideas anarquistas y sindicalistas, hasta el grado de rehusarse a respaldar la acción concreta en protesta a las amenazas norteamericanas contra México a partir de la interpretación de la Constitución de 1917. Cualquiera que fuesen las dudas que tuvieran algunos miembros del partido sobre la manera apropiada de responden a este conflicto, a mediados de 1919 el Partido Socialista Mexicano había adoptado una posición firme en contra del imperialismo británico y norteamericano, expresada en un lenguaje militante que exhibía la influencia de Roy. El 11 de julio de 1919, el partido adoptó la resolución de protestar en contra de la intención del gobierno norteamericano de deportar a los nacionalistas hindúes y de reconocer el derecho del pueblo hindú a rebelarse en contra del colonialismo británico. A principios de agosto, el Partido Socialista denunció enérgicamente la rumorada intervención norteamericana en los asuntos mexicanos, y llamó al proletariado norteamericano a "organizarse para una acción económica concentrada para prevenir la intervención". A los trabajadores mexicanos se les pidió que dieran un apoyo completo a la defensa de los intereses mexicanos del gobierno de Carranza, aunque quedó claro que esto no suponía un respaldo categórico al gobierno de México. El lenguaje de la resolución del Partido Socialista exhibía un internacionalismo militante y una identificación del interés de México en el de otros países, colonias o semicolonias, agobiados por el imperialismo.
EL CONGRESO SOCIALISTA NACIONAL
En Europa, mientras tanto, entre las ruinas de la Segunda Internacional, se dieron los primeros pasos hacia la promoción de una nueva "Internacional de Acción" en marzo de 1919 en el congreso inaugural del Comintern en Moscú. Al último sólo estuvieron presentes algunos delegados, y la mayoría de ellos eran de Rusia o de los pequeños estados europeos orientales de la frontera con la Rusia soviética. Las invitaciones para la conferencia fundadora habían sido enviadas a fines de enero a todos los partidos que se oponían a la Segunda Internacional. Significativamente, pocos de los partidos o grupos nombrados en la invitación cuya asistencia al congreso se consideraba deseable, se localizaban fuera de Europa, y se resumían en grupos socialistas pequeños de E.U. y Japón.
El Manifiesto de la Internacional Comunista al Proletariado del Mundo Entero estaba impregnado del enorme optimismo revolucionario de la época y llamaba a todos los trabajadores a que se unieran bajo el estandarte comunista. Aunque hacía referencia específica a las condiciones en los países coloniales de Asia y Africa, instando a la lucha por la revolución proletaria más que a la sola liberación del papel colonial, no se hacía referencia a América Central o a Sudamérica y, con la excepción de un delegado de Estados Unidos, las Américas no estuvieron representadas en el congreso. El delegado norteamericano, John Reed, se refirió varias veces a México en sus intervenciones en la conferencia de Bakú, que siguió inmediatamente después del Primer Congreso de la Tercera Internacional. Siguiendo el llamado del Comintern, y bajo la presión de un movimiento obrero cada vez más radicalizado, se formaron nuevos partidos comunistas en varios países de Europa, y se intensificó la lucha entre las facciones de izquierda, centro y derecha de los partidos socialistas. Algunas figuras clave dentro del Partido Socialista Mexicano, especialmente Roy y Santibáñez, estaban ansiosos porque el partido definiera su posición dentro de la arena internacional. Sin embargo, todavía en agosto de 1919 el programa del partido reflejaba la heterogeneidad de su base y su orientación ideológica. Las cláusulas más significativas pedían la nacionalización de las minas, tierras y medios de transporte; la abolición de un ejército de planta y su reemplazamiento por una milicia del pueblo.
Las primeras invitaciones para un congreso socialista nacional vinieron de parte del Partido Socialista Mexicano a mediados de julio, siendo uno de los objetivos principales la designación de un delegado par representar al partido en "la Internacional de Berna". Presumiblemente, esto hacía referencia a los vestigios de la Segunda Internacional cuya primera reunión tuvo lugar en Berna, durante el mes de febrero de 1919. El grupo de Berna estaba integrado por partidos de derecha y centro -como el SPD y el USPD, alemanes- y fue un intento por revivir a la Segunda Internacional con una cuerda francamente antibolchevique y reaccionaria. Es un misterio cómo se llegó a mencionar la referencia de Berna en el contexto de una conferencia que nominaría a un delegado para la recién formada Tercera Internacional. Posiblemente la asistencia del Partido Socialista Obrero Español en el encuentro de Berna pudo ser un factor que confundiera a los socialistas mexicanos, quienes conocían de cerca los asuntos españoles. Mas probablemente, la referencia se debió a la completa ignorancia de los vertiginosos movimientos europeos. De cualquier modo, la referencia fue eliminada en los siguientes anuncios de la conferencia.
Al Congreso Socialista Nacional, reunido el 22 de agosto en la ciudad de México, asistieron 60 delegados acreditados por varias organizaciones. Un trabajador del Partido Socialista Mexicano informó al periódico neoyorquino The Call que "fueron invitados los delegados de todos los estados, representando a los sindicatos obreros, a las ligas de resistencia y a todas las publicaciones liberales así como a los grupos puramente socialistas y radicales".(3) De la lista de 21 firmas agregadas a la Declaración de Principios que apareció al final del congreso, es posible hacerse una idea del tipo de delegados que asistieron a la reunión. Nueve delegados representaban a sindicatos individuales o a organizaciones laborales como Cámaras Obreras; entre éstos había individuos ya vinculados a círculos socialistas como José Medina, que representaba a la Cámara Obrera de Zacatecas, y Leonardo Hernández, un delegado del Sindicato de Molineros de México. Los miembros dirigentes del Partido Socialista Mexicano que asistieron fueron Francisco Cervantes López, José Allen, Eduardo Camacho -representando a Cien Jóvenes Socialistas Rojos de México- y Roy, en representación del periódico del partido, El Socialista. La agenda estaba integrada por cinco puntos, de los cuales cuatro eran llamadas generales para el establecimiento de una definición clara de los objetivos del movimiento socialista en México y para encontrar los medios que fortalecieran al movimiento. El quinto punto proponía la "elección" de un delegado socialistas de México para la Tercera Internacional.
La mayoría de las referencias secundarias de las actividades del congreso son imprecisas y confusas, ya que sólo ha sobrevivido un fragmento de las actas del congreso. Todas concuerdan en el surgimiento de una fuerte disputa respecto a la presencia de Luis Morones, y los informes han tratado de identificar tres corrientes de opinión que se oponían dentro del congreso: la posición reformista de Morones y la CROM, la línea oportunista del aventurero norteamericano Linn Gale y la posición socialista revolucionaria de los líderes del Partido Socialista Mexicano, especialmente Roy y Allen. Mario Gill llega a decir que "se reproducía en México la batalla entre mencheviques y bolcheviques y, como en Rusia, vencieron los bolcheviques". Es dudoso, sin embargo, que la claridad de esa posición y línea fuera evidente en los procedimientos del congreso. Linn Gale y su colega filipino Fulgencio Luna, se representaban únicamente a sí mismos, aunque expresaran su simpatía por el sindicalismo revolucionario de la IWW. Morones, y otro líder cromiano, Samuel Yúdico (cuyas credenciales también fueron cambiadas), no ganaron el apoyo político de ninguno de los delegados presentes. La Declaración de Principios fue aprobada finalmente por unanimidad el último día después de que Morones se retiró del congreso. Los informes de Linn Gale sobre el congreso, que circularon ampliamente en la prensa obrera de los E.U., sin duda estaban teñidos por su animosidad personal hacia Morones. En uno de los puntos, durante las deliberaciones, Morones interrumpió a Gale blandiendo una copia de la revista en español de Gale, Nueva Civilización, que contenía un retrato del Secretario del Interior carrancista, Manuel Aguirre Berlanga, con quien Gale había tenido relaciones amistosas a lo largo de 1918 y 1919.
Según el informe que José Allen dio sobre el congreso, escrito a mediados de octubre de 1919, su decisión de poner a Morones al principio de la reunión obedeció al hecho de que el líder de la CROM llevaba credenciales de dos organizaciones radicales a las que se invitó para que enviaran delegados. "Negarle su asiento hubiera significado enfrentarse a la mitad de los delegados, y hubiera dividido al congreso desde el primer día; pero admitiéndolo y luchando contra él en un terreno limpio y abierto quedó completamente sin adeptos".
La Declaración de Principios del congreso sacó algunos de sus puntos de las conclusiones del congreso inaugural del Comintern, pero ponía mayor énfasis en aquellos puntos que estaban más cercanamente vinculados o estaban menos en desacuerdo con el pensamiento libertario. Así, en uno de los párrafos, el congreso etiquetaba de "traidor a los intereses de la clase obrera" a cualquiera que "tratara de desviar a los trabajadores hacia la creencia de que la clase trabajadora puede ser liberada por los mecanismos de la acción política, esto es, por medio de la participación en los parlamentos burgueses". En un acto que selló la decisión del congreso de afiliarse con el nuevo movimiento comunista internacional, los delegados aprobaron que se enviara un telegrama de saludo al Partido Comunista Norteamericano que en ese momento se reunía en Chicago. En su saludo, el Partido Socialista Mexicano anunciaba "Estamos nombrando delegados para la Tercera Internacional"
EL PARTIDO DE GALE
El congreso no condujo de inmediato a la creación del Partido Comunista Mexicano. El Partido Socialista Mexicano no cambió su nombre por Partido Comunista Mexicano sino hasta noviembre, varios meses después de terminado el congreso. Por lo mismo, se ha hecho una gran confusión a partir del surgimiento, a mediados de septiembre, de un Partido Comunista dirigido por el norteamericano Linn Gale. A pesar de los ataques que sufrió en el congreso, se había quedado hasta el último y había firmado la Declaración de Principios final. Poco después, sin embargo, fue expulsado del local del Partido Socialista en la ciudad de México por sus arreglos políticos con Aguirre Berlanga. De inmediato, Gale formó un Partido Comunista de México que sólo fue una organización de papel.
En lo que quedaba de 1919, Gale y su coterie de seguidores lanzaron un ataque elaborado para desacreditar las actividades del Partido Socialista bajo la dirección de Roy y Allen. El partido de Gale difícilmente era más que una oscura extensión organizativa de la revista de Gale, que se proyectaba a sí misma fuera de México casi exclusivamente en un esfuerzo por convencer al movimiento obrero y socialista de E.U. de que Gale era el único exponente del "verdadero" bolchevismo en México. Olvidando por conveniencia la historia de su propia asociación con el gabinete de Carranza y con la embajada alemana en México, Gale etiquetaba a Roy como espía del gobierno alemán y cómplice principal en la capitulación del Partido Socialista ante la estratagemas de Luis Morones y la CROM.
El partido de Gale mostró especial interés en llegar a la prensa de la IWW en Estados Unidos, y su programa y sus declaraciones públicas enfatizaban que el partido "estaba comprometido inequívocamente con el woblismo y listo para hacer todo lo posible por promover al idea de Un Gran Sindicato Unico". Al contrario del Partido Socialista (luego PCM), que disfrutaba todavía de su vínculos estrechos (aunque muy limitados) con secciones del movimiento obrero de la ciudad de México, el Partido Comunista de México existía completamente al margen de la clase trabajadora mexicana. Dos de sus miembros del Comité Nacional, los norteamericanos J.C. Parker y M. Tabler, pidieron asociarse con la IWW en Tampico, pero no existe la evidencia concreta de un contacto sustancial entre el partido y la fuerza de trabajo petrolera. El partido existió hasta principios de 1921, no habiendo podido asegurar una reunificación con el PCM. Durante poco tiempo, en el verano de 1920, publicó un periódico, El Obrero Industrial, que se autodescribía "como el órgano de la IWW en México".
POR EL CAMINO DE BORODIN
Entre el cierre del Congreso Socialista Nacional y el mes de noviembre de 1919, se tomó la decisión de crear un partido comunista que trataría de afiliarse a la Tercera Internacional. Por supuesto, la formación de ese partido ya había sido asumida con la decisión del congreso de enviar delegados a la siguiente reunión de la nueva Internacional. A principios de octubre, un grupo de miembros del Partido Socialista, encabezado por José Allen y Eduardo Camacho, comenzó la publicación del semanario El Soviet, cuyo título no dejaba dudas acerca de la dirección que el partido estaba tomando. El Soviet se describía como un "semanario de propaganda socialista", y era publicado por el Grupo "Hermanos Rojos" desde los cuarteles del Sindicato de Panaderos de la Ciudad de México.
Los editores veían a la revolución mundial encabezada por los bolcheviques rusos, los espartaquistas alemanes y los wobblies norteamericanos, abarcando no tan sólo a Europa sino también a Estados Unidos y México. Pero el lenguaje de los artículos y los slogans impresos en la página de la portada "Por la Salud y Emancipación Universal", indicaban que la inminente irrupción revolucionaria se veía aún, de una manera semi-anarquista, como la culminación de la lucha general de acción directa de las masas. La elección del nombre del periódico fue especialmente significativa. Los socialistas mexicanos, influidos por las ideas sindicalistas y libertarias, quedaron particularmente prendidos por los conceptos del soviet y el consejo de obreros, a los que les dieron un significado muy distinto al de los bolcheviques. El soviet se volvió epítome de la acción directa de la clase trabajadora comprometida en la destrucción del estado autoritario.
Roy y Allen tomaron la decisión de establecer formalmente un Partido Comunista Mexicano con la asesoría del delegado soviético del Comintern, Michael Borodin, cuya presencia en México a fines de 1919 es uno de los aspectos más fascinantes y peor comprendidos de la historia temprana del comunismo mexicano. Borodin, Mijail Gruzenberg de nacimiento, nació en Janovichi en la provincia de Vitebsk en 1884. Miembro activo de la organización revolucionaria judía, Brund, y entonces de la facción de Lenin del Partido Social Demócrata ruso, fue encarcelado por sus actividades políticas en 1906 y en este año emigró a Estados Unidos, donde se hizo miembro del Partido Socialista Norteamericano bajo el nombre de Berg. Después de la Revolución de Octubre, Borodin regresó a Moscú en julio de 1918, y ahí se unió al Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores.
Aunque en esta etapa Borodin era únicamente una figura menor en el joven ministerio de Relaciones Exteriores del Estado soviético, sus doce años de residencia en Estados Unidos le habían dado el dominio del idioma inglés y una serie de contactos políticos con la izquierda norteamericana que el Estado soviético, con fuertes presiones políticas y económicas, necesitaba con urgencia. Durante los oscuros días de la guerra civil y la intervención imperialista, el gobierno soviético necesitó el abastecimiento regular de alimentos, materias primas y manufacturas para alimentar a su población y revivir su industria. En ausencia de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, se empleó toda una variedad de recursos para revivir los vínculos comerciales con el mercado norteamericano. Durante 1919 y 1920, un Bureau del Gobierno Soviético hizo algunas operaciones en la ciudad de Nueva York encabezado por Ludwig Martens, un ingeniero ruso de ascendencia alemana y representante acreditado en E.U. del Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores.
La escasez de dinero en efectivo obstaculizó igualmente los esfuerzos de Martens por organizar la asistencia comercial y técnica entre las firmas comerciales norteamericanas y la Unión Soviética, y la búsqueda de medios apropiados para resolver las urgentes necesidades financieras del Bureau pasó a primer plan entre las prioridades de las autoridades soviéticas. La primera tarea de Borodin al regresar al nuevo mundo, en el verano y el otoño de 1919, consistió en habilitar un canal para esta ayuda financiera. El gobierno soviético tenía también interés en desarrollar relaciones comerciales con México, y durante 1918 y 1919 mantuvo negociaciones con el cónsul general mexicano en Moscú buscando abrir de nuevo el comercio de materias primas. Según fuentes soviéticas, Borodin recibió su comisión como cónsul general en México el 17 de abril, en un documento que lleva la firma de Lenin.
Cuando Borodin regresó finalmente a Estados Unidos el 7 de septiembre, se le impidió llegar a Nueva York y fue detenido durante varios días en Ellis Island antes de ser liberado por las autoridades de inmigración en contra de las fuertes negativas del Departamento de Justicia.(5) Después de pasar unas cuantas semanas con su esposa en Chicago, Borodin desapareció de Estados Unidos rumbo a México. Aunque no existe información concreta de la fecha de su llegada, al parecer llegó a la ciudad de México a fines de septiembre o principios de octubre. Está claro, por tanto, que Borodin no pudo estar presente durante las deliberaciones del Congreso Socialista Nacional, como se ha creído comúnmente siguiendo las memorias de Roy y Manuel Gómez.
Las preguntas más difíciles se relacionan con las tareas de mayor escala, políticas y diplomáticas, de Borodin en su visita a México. Además de proveer fondos para el Bureau Soviético en Nueva York, ¿estaba su visita conectada con la estrategia revolucionaria del Comintern en las Américas? Los servicios de espionaje británicos y norteamericanos creían que a Borodin, antes de salir de Moscú, se le había otorgado el mismo título para Centro y Sudamérica que Martens recibiera para Estados Unidos, junto con instrucciones para influir en el gobierno mexicano con el fin de proveer a Rusia con productos alimenticios y materias primas.(6) Pero el Bureau soviético en Nueva York era primordialmente un riesgo comercial y, a pesar de las obvias filiaciones bolcheviques de Martens, sé rehusó obstinadamente a entrar a la arena política, para el desánimo de los socialistas norteamericanos. No fue sino hasta julio de 1920 que el Comintern estableció una sección con responsabilidad especial para Estados Unidos. Sin embargo, a principios de diciembre de 1919, El Soviet anunció la formación del Bureau latinoamericano de la 3a. Internacional.(7) Evidentemente llegaron noticias del Bureau Panamericano a las organizaciones del Comintern en Europa porque el Bureau Occidental (Amsterdam) del Comintern, en febrero de 1920, dio instrucciones al Partido Comunista Norteamericano "de establecer su sub-bureau para las Américas basado en el trabajo ya realizado en México". Dada la evidente falta de interés del Comintern en Latinoamérica durante esta época, y su tendencia a observar el conflicto entre los mundos imperialistas y coloniales como algo esencialmente Este-Oeste, involucrando a los pueblos de Asia y el Medio Oriente, la visita de Borodin se vuelve más problemática.
¿Cómo explicar la visita sustancial de Borodin a México, que alcanzó casi los dos meses y medio? Las negociaciones comerciales con el gobierno mexicano pudieron ser el motivo principal. En efecto, Borodin se reunió regularmente con oficiales del gobierno, incluyendo al mismo Carranza. Es claro que a Borodin también le interesaba recuperar la valiosa joyería que había abandonado en Santo Domingo, rumbo a Nueva York, destinada a ayudar al fondo de las actividades comerciales rusas y posiblemente también a las actividades del Comintern en Estados Unidos. Según Roy, a Borodin le interesaba, igualmente, asegurar el apoyo mexicano para el nuevo gobierno ruso y afianzar el reconocimiento diplomático. A Carranza lo impresionó adecuadamente la declaración rusa del apoyo de su gobierno a la lucha de los pueblos latinoamericanos en contra del colonialismo y el imperialismo y, si creemos en la versión de Roy, autorizó que Borodin utilizara los canales diplomáticos de México para comunicarse con el Comintern en Europa.
¿Cuál fue exactamente el papel de Borodin en la formación del partido Comunista Mexicano en estos meses? A su llegada a México, Borodin no hizo esfuerzos por contactar directamente al Partido Socialista. Sus primeras reuniones con Roy y los otros líderes del partido fueron arregladas sólo después de que Borodin se había acercado a varios norteamericanos simpatizantes del partido y que habían llamado su atención por el tono radical de la página en inglés del diario El Heraldo de México, que ellos editaban. Luego Borodin se fue a vivir con Roy en la residencia palaciega de este último en la colonia Roma y sólo raras veces fue visto por otros miembros del Partido socialista.(8)
¿Fue Borodin, como algunas veces se ha afirmado, quien convirtió a Roy al marxismo y al comunismo? Aparte del hecho de que un período de diez semanas difícilmente parecería el adecuado para una tarea tan vasta, está claro que el nacionalismo anticolonialista de Roy había ido tomando poco a poco un carácter socialista desde que salió de Estados Unidos a mediados de 1917. Más aún, a pesar del aislamiento real que experimentó el Partido Socialista Mexicano y sobre el cual se quejaba Francisco Cervantes López, hemos visto que el partido había comenzado a discutir su respuesta a la Tercera Internacional mucho antes de que Borodin llegara a México. Puede asumirse con razón, no obstante, que Borodin les dio a Roy y al partido una información detallada del crecimiento que hasta ese momento había alcanzado el movimiento comunista y de las diferencias cruciales entre la social-democracia y el comunismo, así como también de los requisitos para ingresar al Comintern, es decir el tipo de requisitos que empezaron a tener vigencia al año siguiente en las famosas 21 Condiciones.
NUESTRO HOMBRE EN EL PARTIDO
El 28 de noviembre de 1919, una reunión extraordinaria del Partido Socialista Mexicano cambió el nombre del partido por el de Partido Comunista Mexicano, y creó una comisión para decidir el carácter de la delegación del partido para el siguiente congreso de la Tercera Internacional. Unos días después, Borodin escribió a José Allen, Secretario General del PCM, diciendo que el partido sería admitido en el Comintern, con todos los derechos de los partidos afiliados, tan pronto como los delegados mexicanos llegaran a Moscú. Dos semanas después, el 8 de diciembre, el PCM estableció un Bureau Latinoamericano de la 3a. Internacional usando el reconocimiento que tiene por el Bureau de la Tercera Internacional en Rusia para trabajar en el Continente Americano en el estrechamiento de relaciones entre todas las organizaciones y grupos cuyos principios sean comunistas similares a los de dicha Tercera Internacional.(9)
Tanto Roy como Charles Philips (Manuel Gómez) se embarcaron en México rumbo a Europa en los primeros días de enero de 1920, y los dos se convirtieron en los primeros delegados mexicanos para el congreso del Comintern en julio de 1920.
El conocimiento que tenemos de los acontecimientos de 1919, y de los primeros años de la vida del PCM ha sido recientemente enriquecido por el descubrimiento de un valioso tesoro de documentos y periódicos relacionados con el comunismo mexicano, localizado en 1972 por quien esto escribe en los archivos del Departamento de Inteligencia Militar de E.U. (Military Intelligence Department). Entre estos materiales se encuentra una serie de reportes altamente detallados sobre los antecedentes de la formación del PCM y de las actividades subsecuentes del partido entre 1919 y 1921. El factor sorprendente es que los reportes fueron elaborados por José Allen, el primer Secretario General del PCM, para el agregado militar de Estados Unidos en México. Nacido en 1885, el abuelo de Allen fue un ingeniero en el ejército de Estados Unidos que se estableció en México a fines de la década de 1840. Ingeniero electricista por oficio, bajo su aprobación Allen fue reclutado como un agente por el mayor Campbell de la embajada norteamericana a fines de 1918, mientras trabajaba en una de las plantas de armamento del gobierno. Después de dar informes sobre la capacidad militar de México, Allen fue incitado a unirse al Gran Cuerpo Central, y lo animaron a insertarse en la política obrera radical. (10) El que Allen fuera elevado rápidamente a la posición de Secretario General del Partido Comunista es un tributo tanto a su genio como a la carencia relativa de preparación socialista de los primeros miembros del partido. Irónicamente, Allen fue arrestado y deportado de México a Estados Unidos en mayo de 1921, durante la famosa redada de 1921 contra los radicales "extranjeros", incluyendo al desventurado Linn Gale, llevada a cabo por el gobierno de Obregón. Sin embargo, no existe ninguna evidencia de que las actividades secretas de Allen dañaran a las actividades del PCM en sus primeros años, ya que sólo hasta principios de 1922 el partido tuvo la fuerza suficiente como para echar raíces sólidas entre los habitantes urbanos, las ligas campesinas y ciertas secciones del proletariado industrial.
Notas
(1). Archivo del Foreign Office (Londres) F.O. 371. 3069/21776: 2423/43175.
(2). La revista de Gale, Abril 19, 1919, p. 6.
(3). New York Call, Septiembre 3, 1919.
(4). U.S. National Archives: Bureau of Investigation of the Department of Justicie, O.G. 224875.
(5). Ibid, OG. 241749.
(6). Ibid.
(7). El Soviet, No. 8, diciembre 16, 1919.
(8). José C. Valadés, "Confesiones Políticas", Revistas de la UNAM, vol. XXIII, Núm. 10.
(9). El Soviet, Núm. 8, diciembre 16, 1919.
(10. U.S. National Archives: Bureau of Investigation of the Department of Justice, B.S. 130 202600-1913 para la confesión de Allen; R.C. 165, 10640-1402 contiene los detalles de las actividades de Allen para la embajada norteamericana.
Traducción de Antonio Saborit

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