sábado, 23 de noviembre de 2013

El movimiento obrero y la política en México Barry Carr

01/01/1978
El movimiento obrero y la política en México, 1910-1929.
Barry Carr ( Ver todos sus artículos )
2 vols. Trad. Roberto Gómez Ciriza. México, SepSetentas, 1976, 222 y 206 pp.
Pese a su evidente importancia -particularmente para valorar, en cualquier sentido, la revolución de 1910- sólo unos cuantos investigadores se han inclinado al estudio del movimiento obrero mexicano. Desde 1934, año en que apareció, la obra de Marjorie C. Clark, Organized Labor in México, ha ejercido prácticamente un monopolio sobre la investigación y la enseñanza académica. Casi tres decenios más tarde, apareció el estudio de Joe C. Ashby sobre los obreros en la época de Cárdenas. Sin embargo, no fue sino hasta los setentas cuando los historiadores viraron con gusto hacia el tema del trabajo mexicano.
El libro de Barry Carr es uno de los más recientes, y sin duda de los más ambiciosos, aparecidos en esta nueva oleada; los dos volúmenes de su obra podrían aspirar sin rubor a suplir a la obra de Clark como la historia básica para ese período. En múltiples caminos, el estudio de Carr va más allá del mero nivel académico y explora en profundidad, a veces con datos extraídos de los archivos, aspectos inexplorados a mal entendidos de la relación política entre el movimiento obrero y el gobierno a partir de la caída de Porfirio Díaz. Aunque breve, su análisis de la industria y del incipiente movimiento obrero en la época de Díaz, es excelente. Ocasionalmente, Carr va de la mano con los revisionistas llegando a decir en un momento -y con amplia justificación- que el manejo del gobierno huertista de las cuestiones obreras superó las iniciativas de Madero.
Sin embargo, en otros puntos, Carr abre pocas grietas al regocijo de los historiadores revisionistas. Sus conclusiones por lo general defienden o disculpan las relaciones de la CROM con la dinastía Obregón-Calles. Toca como al pasar el impacto que este matrimonio tuvo en las esperanzas e ilusiones de los líderes obreros independientes y sus seguidores; acepta como inevitable el triunfo de Luis Morones, quien cimentó el camino para construir un gobierno con apoyo de las organizaciones obreras y en buenos términos con la industria y los empresarios. Esto no quiere decir que Carr sea ciego a la corrupción de la CROM o a la forma en que Morones y sus íntimos amasaron fortunas. Obregón y Calles, reconoce Carr, no hubieran tolerado ningún sindicato independiente de obreros o campesinos que desafiara su autoridad.
El estudio de Carr, cualesquiera sean sus limitaciones, es una sólida contribución a la historia del movimiento obrero mexicano. Está hecho con rigor, escrito en forma convincente y refleja una utilización exhaustiva de fuentes secundarias y archivos claves. Roberto Gómez Ciriza merece un elogio por su limpia traducción. En el futuro, los investigadores del movimiento obrero mexicano pueden acudir a la obra de Carr en busca de los fundamentos para construir nuevas monografías especializadas.
Ramón Eduardo Ruiz

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