El pasado sábado 26 de octubre, se realizó una
reunión preparatoria de la Conferencia Nacional de Línea Política y
Organización del MCM. Lo que podemos concluir que hasta la fecha no hemos
aportado casi nada en la elaboración de esa línea.
Lo que mencioné en la reunión, voy a tratar de esbozarlo, para desarrollarlo después.
I. El Movimiento Comunista Mexicano, no es, ni ha sido nunca su intención, reconstruir el Partido Comunista Mexicano, aunque si ha habido varias propuestas en ese sentido. Las propuestas hechas hasta ahora, han dejado de lado las reiteradas advertencias que he hecho de que necesariamente debe antecederse de una autocrítica, de lo que se hizo y de lo que siguen haciendo los ex militantes del antiguo PCM. De esto, tendremos que discutir, entre otros temas:
Lo que mencioné en la reunión, voy a tratar de esbozarlo, para desarrollarlo después.
I. El Movimiento Comunista Mexicano, no es, ni ha sido nunca su intención, reconstruir el Partido Comunista Mexicano, aunque si ha habido varias propuestas en ese sentido. Las propuestas hechas hasta ahora, han dejado de lado las reiteradas advertencias que he hecho de que necesariamente debe antecederse de una autocrítica, de lo que se hizo y de lo que siguen haciendo los ex militantes del antiguo PCM. De esto, tendremos que discutir, entre otros temas:
a) Los recursos recibidos por la URSS
b) Los cuadros políticos que fueron formados en los
países del bloque socialista
c) La actuación durante el movimientos de 1968
d) La posición ante la guerrilla de los años 70s
e) La conducción del movimiento y la administración
universitaria en el país
f) El acuerdo de la Reforma política de 1975
g) Las diversas posiciones ante el desarrollo del
movimiento universitario (enfermos, Universidad Pueblo, Oaxaca, Chapingo, entre
otros)
h). La lucha interna entre renos y dinos
i). El grupo parlamentario de la LI Legislatura
j) Los primeros gobiernos municipales comunistas.
k) Las diversas posiciones ante el desarrollo del
movimiento obrero, campesino y popular (CIOAC, , entre otros)
l). Los acuerdos de fusión del PSUM, PMS y PRD y la
participación de los antiguos miembros del PCM en la dirección de estos.
m) La salida del MPM y otros del PSUM y la
construcción del PRS
n) La salida de otros miembros del PSUM y su
incorporación con Salinas (Chicali, Evaristo, Medina Viedas, Olac Fuentes,
Arturo Martínez, entre otros)
o). La venta de los documentos del PCM a la
fundación Hoover)
II. Pretendemos influir en la vida política
nacional desde una perspectiva propia, independiente, de izquierda, con la
intención de diseñar, junto con otros militantes de la izquierda, una
alternativa al capitalismo mexicano, una sociedad superior, justa, equitativa,
con una distribución del ingreso que asegure la equidad y unas relaciones
sociales con respeto a la dignidad humana, sin explotados ni explotadores, con
un desarrollo social de la cultura y un aprovechamiento de la naturaleza,
exclusivamente para el desarrollo y progreso de la humanidad, hasta lograr una
relación de correspondencia entre la economía, la sociedad, la ciencia, la
tecnología, el arte, la cultura, la naturaleza, el espacio de convivencia, el
territorio y los seres humanos, entre los seres humanos entre si y con una
relación entre géneros de correspondencia y convivencia.
III. Somos las mujeres y los hombres quienes
construimos y desarrollamos a la sociedad a través de nuestras relaciones y de
las relaciones con la naturaleza. Nadie más es responsable. Por ello debemos
asumir como propios los aciertos y los errores en esta acción permanente y
debemos hacer continuamente balances colectivos de esas transformaciones.
IV. Hasta ahora hemos construido un mundo capitalista
de la competencia, de la oferta y la demanda, de las mercancías y de la
explotación del hombre por el hombre, que ha dado como resultado una sociedad
injusta, con concentración de la riqueza, la violencia entre los seres humanos,
entre las comunidades y entre las naciones. Una sociedad voraz, que pretende
apropiarse de la producción de los demás para su beneficio propio y que
continúa avanzando y perfeccionando sus mecanismos de explotación. Hemos
construido una sociedad humana del hacinamiento y del autotransporte, del
deterioro ambiental, del desperdicio, el consumismo y de la violencia y continuamos
desarrollándola sin más esfuerzos que acomodarnos a ella.
V. Los esfuerzos por construir una sociedad justa en México y destruir y sustituir a la actualmente existente, se alejan, después de que se habían desarrollado relaciones que anunciaban un importante cambio. A largo plazo, aparece un nuevo horizonte de cambio, que se acelera con la acción de las sociedades hacia ese camino. La esperanza que creó la legalización del PCM y los aportes que hizo en las primeras legislaturas donde participó, cumplía con la expectativa, que anunciaba Arnoldo Martínez, de que era importante que la sociedad conociera las propuestas de los comunistas y debatiera alrededor de ellas. Ahora tenemos una izquierda parlamentaria, sin alternativa y totalmente colaboracionista.
V. En México, parece desarrollarse un proceso de involución, donde las fuerzas del progreso y de la nueva sociedad alternativa, como se denomina a la izquierda, tienen actualmente un retroceso, pasan por un proceso de desorganización y algunas vertientes han girado en favor del capitalismo fortaleciéndolo con su colaboracionismo. La izquierda ha dado un viraje de la revolución socialista a la colaboración, de la sociedad alternativa comunista, al fortalecimiento del neoliberalismo. Los agrupamientos han virado del comunismo al centralismo de derecha.
V. Los esfuerzos por construir una sociedad justa en México y destruir y sustituir a la actualmente existente, se alejan, después de que se habían desarrollado relaciones que anunciaban un importante cambio. A largo plazo, aparece un nuevo horizonte de cambio, que se acelera con la acción de las sociedades hacia ese camino. La esperanza que creó la legalización del PCM y los aportes que hizo en las primeras legislaturas donde participó, cumplía con la expectativa, que anunciaba Arnoldo Martínez, de que era importante que la sociedad conociera las propuestas de los comunistas y debatiera alrededor de ellas. Ahora tenemos una izquierda parlamentaria, sin alternativa y totalmente colaboracionista.
V. En México, parece desarrollarse un proceso de involución, donde las fuerzas del progreso y de la nueva sociedad alternativa, como se denomina a la izquierda, tienen actualmente un retroceso, pasan por un proceso de desorganización y algunas vertientes han girado en favor del capitalismo fortaleciéndolo con su colaboracionismo. La izquierda ha dado un viraje de la revolución socialista a la colaboración, de la sociedad alternativa comunista, al fortalecimiento del neoliberalismo. Los agrupamientos han virado del comunismo al centralismo de derecha.
En uno de los homenajes que se le hizo a Arnoldo
Martínez en la Cámara de diputados, Pablo Gómez insistió en que uno de los
principales aportes del período que dirigió Arnoldo fue el de construir la
democracia para el país. Esta fue una idea que resumía los logros de la generación
del 68. Es decir, habíamos derramado mucha sangre, doblegado a un sistema
represor y abrimos los canales de participación legal. Una vez conocidos los
esfuerzos de Cuauhtémoc Cárdenas y de la Corriente Democrática[1],
que culminaron en la construcción del PRD, nos permitieron concluir con la
posibilidad de que la izquierda pudiera ganar, por la vía democrática, es decir
por medio de una competencia electoral regulada por órganos nacionales y
estatales autónomos y confiables, establecidos en la Ley[2].
No ganó Cuauhtémoc Cárdenas, pero hubo fraude
electoral y se cayó el sistema –algo que nos tiene que aclarar Manuel Bartlett,
es decir, explicar en corto y con los detalles necesarios[3].
La alianza entre el PRI y el PAN para introducir las agresivas reformas que se
aprobaron[4] y después el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994 durante un acto de su campaña electoral, demostró que la democracia no estaba cerca en la
realidad mexicana.
La
firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, privatización masiva de empresas estatales, incluida la banca; la
implementación del Programa Nacional de
Solidaridad y el aumento de desigualdad en
el país. Además se restauraron las relaciones Iglesia-Estado y se
establecieron relaciones diplomáticas con el Vaticano. La venta al Grupo Carso, propiedad del empresario Carlos Slim, de TELMEX Con una reforma constitucional a los artículos 28 y 123 que
fueron aprobados el 12 de mayo de 1990, se privatizó la banca que fue
nacionalizada en 1982. La reforma al Artículo 27
constitucional y otras normas, publicada el 6 de enero de 1992 en el Diario Oficial de la Federación, dio por concluido el reparto masivo de tierras y dio paso a la venta
de las tierras ejidales. Fueron aprobadas en 1992 las reformas al artículo
tercero constitucional haciendo obligatoria y gratuita la enseñanza secundaria
y suprimiendo este carácter a la educación media superior y superior. Aprobó la
constitucionalización de la autonomía universitaria y reguló las relaciones
laborales de los trabajadores universitarios.
“La Reforma Política impulsada en 1977 fue una espada de doble filo para
el PCM, y para la izquierda mexicana dejó abiertas nuevas perspectivas y creó
nuevos problemas. Significó una arena más amplia para la acción y el partido
aumentó su membresía a su total presente de alrededor de dieciséis mil
afiliados, con una larga proporción de éstos reclutados durante las campañas
electorales de 1979 y 1980. Pero el ritmo de reclutamiento fue tan rápido, y la
capacidad del partido tan limitada para absorber nuevos miembros, que una gran
cantidad de ellos no ha sido todavía plenamente incorporada a la vida
partidaria. En la nueva arena creada por su legalización, el PCM ha sido capaz
de conquistar para sí una nueva respetabilidad, principalmente entre la clase
media urbana, y nuevos canales de comunicación con otros grupos. En las
cercanías del congreso de 1981, el partido se había convertido ya en una parte
“normal” de la vida política para un segmento sustancial de la población
mexicana. Esta nueva situación quedó reflejada en los cerca de tres cuartos de
millón de votos y en las dieciocho curules ganadas en la Cámara de Diputados
por la Coalición de Izquierda en las elecciones de 1979, así como en la
presencia de columnistas del PCM en la prensa diaria de la ciudad de México
(Valentín Campa, Arturo Martínez Nateras, Roger Bartra, Eduardo Montes, para
nombrar unos pocos) y en el siempre creciente número de revistas tales como Dí,
Machete y Crítica Política. Fuera de la ciudad de México, el PCM fue capaz de
construir una presencia modesta en ciertas legislaturas estatales, y ganar
algunos municipios (en alianza con la COCEI, en Juchitán y Alcozauca en la
montaña de Guerrero).
No obstante, igualmente importantes fueron los problemas enfrentados por
el PCM en aprender a sujetarse a las nuevas circunstancias creadas por la
Reforma Política. ¿Cómo podría ligarse el trabajo parlamentario con las luchas
populares concretas en los barrios y lugares de trabajo, y cómo podría
responder la izquierda a la inesperada estabilización y recomposición del
capitalismo mexicano que siguió a la aguda crisis coyuntural de 1975-1977?
En los cuatro años anteriores al XIV Congreso, en rigor desde el XVIII
Congreso de 1977, se había desarrollado una amplia y variada crítica sobre la
dirección y estilo del PCM basada principalmente en el Distrito Federal; entre
los críticos se contaba un número creciente de miembros del comité central.
Hasta fines de 1980, este cuestionamiento no trascendió los límites del
discurso partidario interno; pero la situación cambió dramáticamente con la
publicación, en noviembre de 1980, de una carta abierta en Excélsior, firmada
por trece miembros del Comité Central. El documento, titulado Por la renovación
del Partido Comunista Mexicano, centraba su crítica del PCM en torno a una
variada de problemas. Los firmantes denunciaban el creciente eclecticismo de
los documentos partidarios y pensaban que tal conducta, que toleraba la
coexistencia de formulaciones a menudo antagónicas, creaba confusión en la base
del partido. Además, se argumentaba que esta “dispersión ideológica” había
abierto el camino para la continuidad de la dominación del partido por parte
del aparato y los dirigentes profesionales.
El segundo tema del documento se centraba en torno a la acusación de que
la actividad parlamentaria había distraído recursos escasos y energías en
tareas alejadas del trabajo directo con una clase obrera cada vez más
militante, y con una creciente red de movimientos populares. El resultado era
la transformación del PCM en un “partido de opinión” más que un “partido de
acción”. Síntoma de este proceso era la creciente hegemonía, dentro del
partido, de los intelectuales, empleados y profesionales, y la ausencia de
afiliados de base pertenecientes a la clase obrera. En consecuencia, la tarea
que enfrentaba el PCM era la elaboración de métodos de trabajo y formas de
organización que permitieran al partido transformarse en una “continuación
auténtica del movimiento popular mexicano”. El documento concluía con un
llamado a la unidad en torno al reconocimiento de la legitimidad de las
corrientes de opinión dentro del partido.
Aunque no se mencionaba
específicamente en Por la renovación…, otra de las preocupaciones de los
“renovadores”, como fueron llamados a partir de entonces, se vinculaba con la
continuada carencia de claridad de la noción del PCM del “gobierno de coalición
democrática”, que ya había estimulado el desarrollo de concepciones
oportunistas que vislumbraban a diputados comunistas en un gabinete dominado
por el PRI. También se planteaban críticas a la política de alianzas del
partido, en partido, en particular la política de otorgar prioridad a la
colaboración con los epígonos del lombardismo (como el PPM y el MAUS) a
expensas de un marco más amplio de alianzas con grupos ubicados más a la
izquierda, particularmente el PRT trotskista. (Cuadernos Políticos, número 29,
México, D. F., editorial Era, julio-septiembre de 1981, pp. 83-92. Crónica Barry
Carr Impresiones del XIX Congreso del PCM, 1981)
Temas del
comunismo mexicano
Barry Carr
El propósito de este artículo
es modesto: aislar algunos de los temas que el autor considera fundamentales
que cualquier historia del marxismo y del comunismo mexicanos debe considerar y
señalar algunas de sus exigencias analíticas. Esos temas fundamentales son:
1) La relación entre el
desarrollo del marxismo y la tradición libertaria/anarco-sindicalista en
México, que incluiría también la discusión sobre la relativa debilidad del
marxismo en México y del socialismo científico en los treinta primeros años del
siglo.
2) La estructura internacional
dentro de la que ha evolucionado el comunismo mexicano, lo que supone retomar
el sobado pero importante debate sobre el origen del PCM (la cuestión familiar
de "crecimiento interno o importación exótica"), la naturaleza de las
relaciones del PCM con la Internacional Comunista y con el Partido Comunista
estadunidense. Un tema afín es la cuestión, a menudo descuidada del importante
papel jugado por el PCM en la organización y el desarrollo de otros partidos
comunistas, sobre todo en Centro América y el Caribe.
3) La conceptualización de la
revolución mexicana realizada por el Partido Comunista y, más generalmente, su
relación (o falta de) con la cultura nacional mexicana. Algunas de las
cuestiones clave giran alrededor de la actitud del comunismo mexicano frente a
los diferentes gobiernos emanados de la revolución (caudillismo revolucionario
de los veintes, el giro nacionalista revolucionario con Cárdenas, el
desarrollismo de Alemán a finales de los cuarentas, etc.) y la actitud de la
izquierda mexicana en su conjunto ante la cada día más dominante
"ideología de la revolución mexicana".
4) La sociología del comunismo
mexicano: ¿cuál ha sido la base social de la presencia comunista en el México
revolucionario, en qué sectores de la clase obrera, del campesinado y de la
intelectualidad encontró apoyo el comunismo?
5) Finalmente, está lo que
Perry Anderson llamó la correlación nacional de fuerzas, el análisis de la
relación del partido con fuerzas nacionales más amplias (clases, partidos,
instituciones), tema particularmente importante si el historiador quiere evitar
una visión estrecha del PCM en los términos de su lógica institucional, su
ideología y su clientela particular. Esto es crucial en México, pues el
comunismo nunca pudo ganarse una base de apoyo duradera entre la población.
Habría también que estudiar el movimiento comunista junto al crecimiento de la
CTM y del partido oficial, así como a la emergencia de corrientes formalmente
no comunistas como el "marxismo legal" de Lombardo Toledano, o, en
tiempos más recientes, el nacionalismo revolucionario de Rafael Galván y la
Tendencia Democrática de los electricistas.
Uno de los aspectos más
intrigantes de la historia del comunismo mexicano es su cambiante respuesta
como partido revolucionario frente a una revolución no socialista que
monopolizó rápidamente la retórica de la lucha revolucionaria. Puesto que
durante mucho tiempo el PCM fue presa voluntaria de lo que llegó a conocerse como
"la ideología de la revolución mexicana", necesitamos referirnos al
señalamiento de José Revueltas de que en México la ideología
democrático-burguesa
asume para sí misma la
conciencia socialista, la hace suya, y reduce a la ideología proletaria a convertirse
cuando mucho en su extremo más radical, en su ala izquierda.
El decimotercer congreso del PCM, en 1960 marcó un
cambio masivo de línea, la primera gran renovación del Partido, un proceso
lento y contradictorio. Entrañaba un repudio de la adulación a Lombardo
Toledano y al lombardismo, y los primeros intentos reales para enfrentar la
naturaleza específica del capitalismo mexicano. Esta última tarea obligaba a
abandonar la noción (inspirada en la Comintern) de México como una sociedad
semicolonial y a reconocer los cambios tremendos en la estructura de clases del
país que trajo el rápido crecimiento del capitalismo de la postguerra en las
ciudades y en la agricultura mexicana. El cambio más decisivo en el bagaje
teórico del PCM fue el rechazo de la "ideología de la revolución
mexicana" y la convicción de que el ciclo de las revoluciones burguesas en
México se había completado definitivamente. La vía estaba ahora abierta para
abandonar las versiones de dos fases de la transición revolucionaria y para anotar
claramente en la agenda el establecimiento de un México socialista. (6)
Su derrumbe fue de muerte natural. Al fallecer dejó al mundo sin una
idea clara de lo que debe ser la izquierda. Para ello basta ver el caso
mexicano, donde tal fuerza política la representan ex priistas y corruptos de
toda suerte, aventureros y farsantes. Impostores.
El problema es que el país, sin ganas de debatir el asunto, dio por hecho lo que esa organización dijo: ahora hasta los medios, el PAN y el PRI, al referirse al PRD y aliados, los califican de “izquierda”. ¿Izquierda Camacho y Ebrard, izquierda el hombre que escribió el himno al PRI tabasqueño? Si a esa “izquierda le basta disminuir salarios de funcionarios y usarlo en sus haciendas y dádivas imaginarias, perfecto. Eso no es una postura digna y comprometida históricamente. Para limosnas, la Iglesia, para bajos sueldos, un pueblo en medio de la nada. Necesitamos una izquierda auténtica, con objetivos claros y una idea de transformación, que haya leído a los clásicos del socialismo y sea capaz de modernizarlos. Es un buen momento para la hazaña. El PRD, que se ve a sí mismo como un triunfador, en meses padecerá una grave crisis y se desmoronará. Tiene pies de lodo y cabeza hueca. ¿Qué pondrá el México progresista en su lugar? (René Avilés Fabila ¿Qué es la izquierda en México? 2011)
El problema es que el país, sin ganas de debatir el asunto, dio por hecho lo que esa organización dijo: ahora hasta los medios, el PAN y el PRI, al referirse al PRD y aliados, los califican de “izquierda”. ¿Izquierda Camacho y Ebrard, izquierda el hombre que escribió el himno al PRI tabasqueño? Si a esa “izquierda le basta disminuir salarios de funcionarios y usarlo en sus haciendas y dádivas imaginarias, perfecto. Eso no es una postura digna y comprometida históricamente. Para limosnas, la Iglesia, para bajos sueldos, un pueblo en medio de la nada. Necesitamos una izquierda auténtica, con objetivos claros y una idea de transformación, que haya leído a los clásicos del socialismo y sea capaz de modernizarlos. Es un buen momento para la hazaña. El PRD, que se ve a sí mismo como un triunfador, en meses padecerá una grave crisis y se desmoronará. Tiene pies de lodo y cabeza hueca. ¿Qué pondrá el México progresista en su lugar? (René Avilés Fabila ¿Qué es la izquierda en México? 2011)
Que en México haya una
fracción de la izquierda socialista que apoya al Estado mexicano y sus
gobiernos no debe sorprender a nadie. La génesis de un Estado surgido de una
revolución burguesa y popular muy violenta, el sistema de relaciones orgánicas
e ideológicas que ha establecido la torre estatal con la sociedad civil y el
movimiento obrero no podían sino atraer al grueso de una izquierda que durante
un largo período fue hegemónica y que veía en los gobiernos del partido oficial
un poder popular y contradictorio, pero colocado en la trinchera
antimperialista.
Caso especial sería el
Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que pese a no provenir del tronco
histórico lombardiano, repite el discurso de esta corriente, modernizándolo y
adecuándolo a condiciones nuevas. Su característica más notable es su forma de
hacer política, una imitación caricaturesca, en la sombra, de los métodos
priístas de afiliación compulsiva y absorción de organizaciones sociales. Pese
a las marchas multitudinarias de apoyo a López Portillo y las estruendosas
declaraciones de sus dirigentes, el PST parece tener contados sus días,
fracasado su papel de repetir el apoyo activo que brindó al gobierno el
lombardismo del pasado. Aun así, el PST tiene una influencia a menudo firme
sobre grupos de colonos y campesinos y un 2.26 por ciento de los votos en 1979.
La generación de un
movimiento de masas opuesto a la política gubernamental, el ascenso de la lucha
por la democracia en el país y la aparición y fortalecimiento de fuerzas de
izquierda revolucionaria portadoras de alternativas claras en contra del
PRI-gobierno parece irá minando poco a poco a la izquierda colaboracionista, virtualmente
puesta contra la pared por las condiciones del México de hoy.
En lo que respecta al PMT,
dirigido por Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, se trata de un extraño
engendro de la izquierda mexicana, cuyo nacionalismo revolucionario no
evolucionó hacia posiciones socialistas, estancándose en el apoliticismo y el
populismo. Organización de izquierda revolucionaria en la medida en que se
opone incisivamente a la clase dominante, su actuación no va más allá de la
crítica permanente de ésta, privándose de hacer política frente a los
trabajadores, la sociedad y el Estado. El planteo nacionalista radical del PMT
no ha comprendido la necesidad de un programa obrero democrático y socialista
para una nación como la nuestra. Quizá por lo anterior fue su salida del
proceso de fusión que hizo nacer al PSUM. Su respetable posición entre la
oposición revolucionaria ha ido perdiendo peso convirtiéndose el PMT en una
organización confusa, sin política nacional.
EL PRD: PARTIDO DE IZQUIERDA
POR ADOLFO SÁNCHEZ REBOLLEDO
CONTRA EL PRAGMATISMO
La definición del Partido de
la Revolución Democrática como un partido de izquierda es inseparable del
debate en torno al llamado "pragmatismo", cuya crítica en el Congreso
de Oaxtepec, a propósito de la candidatura del expriísta Salvador Morales
Lechuga, ocupó buena parte del tiempo y los trabajos de los delegados. El
pragmatismo no es otra cosa que la adaptación de los intereses estratégicos del
partido a las consideraciones inmediatas de la coyuntura electoral. Para todo
fin práctico, el "oportunismo y el pragmatismo excesivo", denunciado
por Cuauhtémoc Cárdenas desde antes de inaugurarse el Congreso, se concreta en
el sacrificio de las candidaturas partidistas a los representantes
("externos") de la sociedad civil, aprovechando cualquier oferta a
fin de abultar la cosecha de votos sin considerar el historial o las posiciones
políticas de los candidatos. Internamente, esa situación ya había causado un
malestar enorme. Un dirigente del partido, Juan Guerra, por ejemplo, dijo que
el partido estaba "reciclando la vieja clase política. Nos estamos
convirtiendo en el cesto de desperdicios del PRI" (La Jornada, 21-111-98).
Sin embargo, en una reacción
inesperada al temor de que el partido se abra a una suerte de restauración
democrática del viejo partido oficial, el Congreso responde con un exorcismo
que buena parte de la cúpula dirigente no comparte: proclamar en la Declaración
de Principios que el PRD es un partido de izquierda, aludiendo con ello, más a
la tradición política y moral que el término invoca que al cálculo político en
uso, a la precisión rigurosa del concepto, o los contenidos de una política estratégica
claramente diferenciada. En el fondo, a pesar de los acuerdos promediados para
salvar la unidad, el Congreso dejó sin resolver con claridad el tema
estratégico de las alianzas que se esconde bajo la cuestión superficial del
pragmatismo, y es, a no dudarlo, la piedra filosofal que puede abrirle el
camino a la victoria en el año 2000. Sin embargo, no podía ser de otra manera,
a trasluz de esta discusión se filtran los viejos asuntos no resueltos que son
la "marca de origen" del partido del sol azteca.
Las dos izquierdas
La resolución de Oaxtepec
expresa un punto de vista que puede ser crucial: el partido entiende que las
alianzas electorales que tanto éxito electoral le han dado y a las que por
supuesto no renuncia representan, paradójicamente, una amenaza potencial para
su futuro, pues ayudan a borrar su propia identidad de izquierda, al verse
eclipsadas, como temía el historiador Barry Carr al señalar las características
del proyecto de unidad en el PRD, por "una vasta ola de neocardenismo
generado por el desesperado anhelo de democracia y, para algunos, por el
nostálgico deseo de volver a la 'normalidad anterior'". (La izquierda
mexicana a través del siglo XX, Era, p. 323.) El crecimiento exponencial de los
votos a la izquierda logrado en comicios recientes, conforme a ese análisis,
lejos de fortalecer al polo "izquierdista" que es uno de los nutrientes
del partido, habría disminuido "las oportunidades de construir una
izquierda fuerte e independiente" tal y como se concebía en el pasado, es
decir, antes de la formación del propio PRD.
Que el PRD es, ciertamente, un
partido situado "a la izquierda" del espectro político mexicano nadie
lo duda, pero si con ello se quiere afirmar una nueva identidad y también un
"modo de ver el mundo", como dijo Muñoz Ledo, entonces la precisión
realizada en el Congreso de Oaxtepec, hasta donde la información disponible
permite saberlo, resulta genérica, insuficiente y hasta cierto punto
innecesaria. Es obvio que el PRD ya no es, ni puede ni quiere ser considerado
como un partido de la izquierda clásica, por más que tras la definición del
Congreso se apunten muchos de los nostálgicos de siempre. Tal vez por ello
Muñoz Ledo cito a La Jornada, ironizó: "definirse como un partido de
izquierda no significa convertirse en un museo antropológico de historia ni en
el arca de Noé para salvar a las viejas especies de la izquierda. Tampoco podemos
ser la Cruz Roja de la derecha. Decirnos de izquierda no es cerrarnos a todos
los que vengan a trabajar, pero tampoco es dar pasaportes de impunidad a los
que provengan de la izquierda. Es una identidad del partido".
Pero estas aclaraciones,
gratas a la parroquia, pueden resultar a la postre irrelevantes. Se olvida cito,
por no repetirme, lo que escribí en La Jornada que "el tema, si había
alguno en puerta, era (y es) definir de qué clase de izquierda estamos
hablando. Y en ese sentido la resolución del PRD abarca mucho y poco a la vez.
Mucho, puesto que el término tendrá resonancias incómodas en la orientación
electoral del partido, cancelando de un plumazo la idea, muy en boga desde su
fundación. de que éste (no sólo su electorado) se ubicaba en el escenario
político como una fuerza de 'centroizquierda' ". Poco, porque la
definición no ubica el proyecto del partido para México, tampoco aclara la
naturaleza de las alianzas que pueden hacerlo posible y hunde en una penumbra
pragmática la clarificación de la ideología partidista. El mismo Muñoz Ledo
remató en el Congreso: "El centro de la ideología es una raya y esa hay
que dejársela a Manuel Camacho Solís" (sic). Así pues, la pregunta que
sigue es obligada: ¿cuál es la identidad que pone en riesgo el pragmatismo y
que se quiere conservar de la herencia de izquierda recibida por el partido?
¿Qué significa hoy. para el México de fin de siglo, ser de izquierda?
No hay que mirar demasiado hacia atrás, es cierto. Sin
embargo, después de todo, es imposible para un partido de izquierda, integrado
justamente por la confluencia de esas (aunque no exclusivamente) dos grandes
corrientes políticas e ideológicas del pasado, no responder a la pregunta más
inquietante de nuestros días: ¿cómo darle sentido a la política de izquierda
luego del fracaso histórico del socialismo real? ¿Cómo elaborar una propuesta
nueva, inserta en el horizonte de los cambios ocurridos en la escena
contemporánea nacional e internacional? ¿Quiénes son hoy los
"sujetos" del cambio necesario? ¿Cómo superar el siglo de la
Revolución Mexicana en la perspectiva de una sociedad más justa, sin una
reflexión global sobre el país y su futuro, sin discutir los fundamentos de un
verdadero "proyecto nacional alternativo"? Sin una reflexión capaz de
comenzar a responder esas interrogantes, la definición de izquierda se reduce
solamente a revivir una etiqueta, por grandiosa que ésta nos parezca.
CANDIDATURAS EXTERNAS
De esta misma forma, Sánchez Camacho pidió no
descartar a los ex panistas, Manuel Clouthier y Fernando Canales como
candidatos a la Cámara alta, además de los empresarios Mauricio Sada
y Armando Guadiana. http://www.adnpolitico.com/2012/2012/02/19/se-atora-el-consejo-politico-nacional-del-prd
Distribución de posiciones
en el Consejo
- Nueva
Izquierda: la corriente identificada con Jesús Zambrano y
Jesús Ortega se quedó con 25 consejeros.
- Alternativa
Democrática Nacional: esta corriente identificada con el
perredismo mexiquense y con el legislador Héctor Bautista López, obtuvo 14
consejeros
- Izquierda
Democrática Nacional: el grupo identificado
con René Bejarano, Dolores Padierna y Agustín
Guerrero, se quedó con 10 consejeros nacionales.
- Foro
Nuevo Sol: corriente
relacionada con la exgobernadora de Zacatecas, Amalia García, obtuvo siete
posiciones en el Consejo Nacional perredista.
- Frente
Nacional Patria para Todas y Todos: el grupo encabezado por
el senador Carlos Sotelo y por Camilo Valenzuela se quedó con 5
consejeros.
- MEC: por
último, la corriente vinculada con el jefe de gobierno capitalino,Marcelo Ebrard, obtuvo tres asientos en el
Consejo Nacional del sol azteca.
Por “Usos y
Costumbres”, violenta PRD en Oaxaca, derechos políticos de mujeres, les niegan
candidaturas
México D.F. Viernes 2 de abril de 2004
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
6 de julio de 1988: el fraude ordenado por Miguel
de la Madrid*
La lucha por la democracia es una lucha por el
derecho. El siglo XX fue para nuestro país el siglo de la lucha por el sufragio
efectivo, por el respeto al voto ciudadano, elemento fundamental de la vida
democrática.
Esa lucha se inició de hecho aquí, en esta ciudad
de Puebla, el 18 de noviembre de 1910, con el sacrificio de Aquiles Serdán,
quien había respondido a la convocatoria lanzada por Francisco I. Madero, que
llamó a los mexicanos a rebelarse contra la autocracia porfiriana.
La lucha por la democracia y las libertades de los
mexicanos, después del derrocamiento y asesinato de Madero y Pino Suárez por el
usurpador Huerta en 1913, se centró más que en el reclamo por la efectividad
del sufragio en otras reivindicaciones populares y nacionales como la reforma
agraria, los derechos de los trabajadores -la huelga, la jornada de ocho horas,
un salario digno y suficiente, etcétera-, el dominio de la nación sobre sus recursos
naturales, la educación, la salud, la autonomía universitaria, la seguridad
social, y no es sino hasta 1988 cuando el respeto al voto se vuelve a colocar
con fuerza como la prioridad en la lucha política de los mexicanos, y es hasta
ahora, cuando se ha dado vuelta al siglo, que el voto ciudadano empieza a ser
efectivo y empieza así a hacerse realidad la democracia electoral.
Para los jóvenes que estudian derecho en esta
escuela, 1988 está muy atrás en el tiempo. Como actor y observador de
acontecimientos importantes en la vida del país de esa fecha para acá, quisiera
compartir algunos recuerdos y reflexiones que en estos días me ha provocado la
lectura del editorial de un diario estadunidense1 comentando sobre lo que expresa Miguel de la Madrid en
un libro2 de reciente
aparición.
En ese editorial se dice que los mexicanos están
leyendo la nueva autobiografía de Miguel de la Madrid "por su autorizada confirmación de uno de los más
flagrantes fraudes electorales de los tiempos modernos -el robo de la elección
presidencial de México en 1988..."
De la Madrid hace en su libro más que una "autorizada confirmación", una confesión de parte, como dicen ustedes los
abogados, de que fue él quien en la tarde del 6 de julio de 1988, día de las
elecciones federales, ordenó se dejara de dar información sobre cómo iban
fluyendo los resultados electorales, porque estaban siendo favorables a mi
candidatura, decisión que dio inicio a un masivo fraude electoral que se
cometió no en perjuicio de mi persona, como con frecuencia se señala, sino en
perjuicio de todos los ciudadanos del país y del país mismo.
***
ƑCómo se llegó al fraude electoral de 1988? ƑQué
sucedió para llegar a ese hecho?
El gobierno de Miguel de la Madrid había puesto en
marcha, y así se reconoció públicamente, una política de destrucción consciente
y sistemática de todo lo que tuviera que ver con los logros positivos de la
Revolución Mexicana, sin ofrecer alternativas que tuvieran por base otras
ideologías y otras políticas para la solución de los grandes problemas del país
y de la gente. El entreguismo, el alto endeudamiento con el exterior, el
disparo de la inflación y la seria caída de los niveles de vida provocaron una
profunda irritación en la población, que aumentó al ocurrir el sismo de 1985,
que además de la gran destrucción que ocasionó, principalmente en la ciudad de
México, dejó ver ante el país a un presidente pusilánime e incapaz de
reaccionar ante la desgracia. La respuesta popular a las heridas del sismo fue
en sentido contrario a la del presidente: la gente respondió dando vida a un
vigoroso movimiento urbano popular que tomó la iniciativa social y política
para la reconstrucción de la capital.
El descontento apareció también en la vida política
y al interior mismo del régimen. La Corriente Democrática surgió dentro del PRI
hacia finales de 1986 reclamando al Estado la práctica de una política pública
con fuerte contenido social, exigiendo frenar y reducir el endeudamiento
externo y la adopción de procedimientos democráticos en el partido para la toma
de sus decisiones, en especial para la designación de candidatos, con lo que el
presidente y el sistema se sintieron amenazados en ese supuesto derecho no
escrito que se arrogaban de designar al candidato oficial a presiden- te y, en
la práctica, al sucesor del presidente en turno. La corriente no planteaba el
apoyo a un candidato en particular, cuestionaba el procedimiento, exigiéndolo
democrático, con la participación de los miembros del partido.
Desde que se celebró la 13 Asamblea Nacional del PRI,
en marzo de 1987, se produjo el rompimiento real del sistema y del partido con
la Corriente Democrática, pero ni el presidente directamente, ni utilizando al
partido, se atrevió a plantear y menos a instrumentar la expulsión formal de
los miembros de la corriente. Nosotros, con apego estricto a nuestros derechos
partidarios, decidimos dar la lucha desde el interior, buscando la
democratización del partido, que considerábamos paso indispensable, tanto para
poner fin al régimen de partido de Estado como para lograr la democratización
del régimen político del país.
Desde afuera y desde dentro se nos veía como
oposición al régimen, aun cuando nos negábamos a considerarnos al margen del
partido. Eso atrajo las adhesiones de importantes grupos de priístas de base y
el que desde los partidos de oposición me propusieran ser su candidato a
presidente. Nuestra respuesta fue siempre en sentido que librábamos al interior
de nuestro partido una lucha que no había concluido.
Al llegarse el tiempo vino el dedazo del
presidente, con el consecuente destape de Carlos Salinas como candidato del PRI. En ese
momento, los miembros de la Corriente Democrática estábamos obligados a tomar
una decisión: aceptábamos la imposición presidencial y nos sumábamos a la
campaña oficial, o nos íbamos cabizbajos a nuestras casas; nos lanzábamos a una
campaña testimonial con un candidato no registrado, sin partido que lo
respaldara y cuyo nombre no aparecería en las boletas electorales, llamando al
voto en el círculo blanco, o buscábamos proseguir nuestra lucha con los mismos
objetivos que dentro del PRI, con el cobijo de otro u otros partidos.
Optamos por aceptar los ofrecimientos de los
partidos de oposición y es así como me convertí en candidato del Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana, del Partido del Frente Cardenista de
Reconstrucción Nacional (que recién se había transformado de Partido Socialista
de los Trabajadores) y del Partido Popular Socialista. A estos partidos se
fueron sumando otros partidos sin registro y numerosas organizaciones políticas
y sociales que, en conjunto, en enero de 1988 formaron el Frente Democrático
Nacional (FDN). El Partido Mexicano Socialista se adhirió al FDN al declinar
Heberto Castillo su candidatura en mi favor el 6 de junio, justo un mes antes
del día de la elección.
La campaña, que se hizo en condiciones sumamente
precarias, recibió una vigorosa y entusiasta respuesta de la ciudadanía.
Y llegó el 6 de julio.
***
La jornada electoral estuvo plagada de delitos,
atropellos e irregularidades, como lo estuvo todo el proceso, desde la
violencia que se desató el día de las elecciones en innumerables casillas hasta
el día en que se calificó la elección presidencial en la Cámara de Diputados,
pasando en ese lapso por los comités distritales, donde se concentraron los
paquetes de votos, los centros de cómputo oficiales y los colegios electorales.
Los resultados oficiales de la elección empezaron a
recibirse en el centro de cómputo de la Comisión Federal Electoral -la
autoridad electoral de entonces- por la tarde del día de las votaciones y a
transmitirse a la sesión que ésta celebraba, presidida por el secretario de
Gobernación, en la que estaban los representantes de todos los partidos. Los
números que llegaban de la elección presidencial no estaban resultando
favorables al PRI sino al FDN.
En un momento dado, la autoridad empezó a dar a
conocer los datos supuestamente oficiales del distrito con cabecera en Tula,
Hidalgo, y el representante del PARM, uno de los partidos del frente, exhibió
el acta del escrutinio correspondiente a la elección en ese distrito, firmada
por los representantes de todos los partidos, incluyendo al PRI, que eran
radicalmente distintos a los reportados por la comisión electoral. En ese
momento se cayó y se calló el sistema -esto es, el sistema oficial de cómputo
electoral-. Ese fue el momento en el que llegó la instrucción del presidente de
no dar más información a la opinión pública sobre cómo estaban moviéndose las
cifras electorales."Cuando eso ocurrió -asienta
De la Madrid en su libro- se dejó de dar dicha
información, pues los funcionarios de los comités distritales se dedicaron de
lleno a analizar y computar las casillas que les correspondían, a fin de llegar
al resultado oficial". Fueron
los días, debe decirse, no para analizar y computar, sino para manipular las
cifras electorales y ponerlas a tono con el fraude.
La caída y el silencio del sistema de cómputo
electoral se prolongaron por varios días.
Sin embargo, se empezaron a conocer cifras de la
elección. Los representantes de los partidos del FDN en casillas y en los
comités distritales empezaron a enviar datos a los centros de cómputo de los
partidos y a rescatar actas en las que se consignaban los resultados
reconocidos de la elección. Con esas informaciones se pudo saber cómo iban
fluyendo los conteos de votos.
El número total de votos oficialmente reconocido
para todos los candidatos presidenciales fue de 19 millones 143 mil 12. Una
visión retrospectiva de cómo se fueron conociendo los datos de la elección se
da a continuación:
El 7 de julio, día siguiente al de la elección, el
FDN tenía datos que sumaban 2 millones 724 mil 7 votos, que se distribuían
26.61 por ciento para el PAN, 26.76 por ciento para el PRI y 40.16 por ciento
para el FDN.
El 9, dos días después, con 6 millones 709 mil 351
votos, correspondientes a 35 por ciento del total, los porcentajes eran 25.19
para el PAN, 32.69 para el PRI y 38.8 para el frente.
El 12 de julio, que fue el último día que se
recibió información que se podía considerar medianamente confiable, pues había
cada vez más evidencias de un fraude masivo y generalizado, se tenían
computados 10 millones 355 mil 293 votos -54.09 por ciento del total-, de los
cuales 21.38 por ciento era para el PAN, 35.76 para el PRI y 39.4 para el FDN,
correspondientes a 30 mil casillas -54.5 por ciento del total de las instaladas
en el país.
En cualquier elección conducida con rectitud, en
cualquier país, al conocerse las cuentas de 54.5 por ciento de las casillas se
puede considerar que se han establecido ya tendencias que prácticamente no
variarán al llegarse a los resultados finales.
Aquí entran de nuevo las confesiones de Miguel de
la Madrid, quien escribe que habiéndose hecho los cómputos en 30 mil casillas
se dejó "pendiente el desglose de
la información de otras 25 mil, de las que sólo se dieron resultados agregados
por distrito".
Los datos de esas 25 mil restantes nunca fueron
dados a conocer y nunca podrán conocerse, pues los paquetes con los votos de
esa elección, que habían sido depositados en la Cámara de Diputados, según lo
disponía la ley, se incineraron por acuerdo de las diputaciones del PRI y del
PAN.
ƑQué se puede decir de los votos de esas 25 mil
casillas, cuyos resultados fueron ocultados o que nunca fueron contados?
A esas casillas correspondieron, de acuerdo a los
resultados que, como dice De la Madrid, se dieron agregados por distritos, 8 millones 787 mil 719 votos, 45.91 por
ciento del total oficial, que se distribuyeron como sigue: 21.36 por ciento
(contra 21.38 en las casillas cuyos votos se desglosaron partido por partido y
candidato por candidato) para el PAN, 67.57 (contra 35.76) para el PRI y 11.98
(contra 39.4) para el FDN.
Si se ven y analizan esos números, se tiene que
pensar necesariamente que en cada distrito se dieron dos elecciones distintas,
la de las casillas cuyos datos se presentaron desglosados, y la de las casillas
cuyos datos sólo se dieron agregados por distritos, que se trata de dos electorados
diferentes y, de hecho, de dos países también diferentes.
Se ve algo más: las cifras de Acción Nacional son
iguales para las casillas cuyos resultados se dieron a conocer y los de
aquellas que se reportaron sólo en el agregado
distrital. De donde robó votos el PRI
fue, como se evidencia en estas cifras, de los partidos del FDN.
Ahora unos datos curiosos: en el cuarto distrito
electoral federal de Puebla la votación total reconocida oficialmente en favor
de Carlos Salinas fue de 82 mil 106 votos. De éstos, corresponden a las
casillas conocidas 31 mil 308 y a las ocultadas 50 mil 798. En las primeras, el
porcentaje de votos para el candidato del PRI fue de 71.5 por ciento y en las
ocultadas de 109.8, por lo que hubo que quitar mil 152 votos a Manuel Clouthier
y 3 mil 589 a mí para hacer cuadrar las cifras. En el octavo distrito, también
de Puebla, Salinas tuvo 39.6 por ciento de los votos en las casillas dadas a
conocer y 103.2 en las ocultadas. En forma similar, el fraude mayor se cometió
en alrededor de 70 de los 300 distritos electorales del país.
Así fue el fraude electoral que comenzó con las
órdenes de Miguel de la Madrid al secretario de Gobernación y presidente de la
Comisión Federal Electoral de suspender el flujo de la información sobre los
resultados electorales, y al presidente del partido oficial de declarar, sin
tener cifras que lo sustentaran, "el
triunfo del PRI", pues
necesitábamos, dice en su libro, "darlo
por sentado el día 7, ante el peligro de que cundiera la convicción que
Cuauhtémoc había ganado en todo el país..."
Cuidadosos estudios posteriores a los días de los
cómputos y de los conflictos poselectorales han permitido establecer como los
resultados más probables de esa elección presidencial los siguientes: 22.4 por
ciento de votos en favor del PAN, 36.4 del PRI y 41.2 por ciento del FDN.
***
Frente al fraude, se buscó, primero, mediante los
recursos legales y de la movilización ciudadana, revertirlo; se planteó también
la anulación de la elección y que se convocara a una nueva, ya que se veía más
que imposible que el gobierno aceptara hacer una revisión a fondo de la
elección para limpiarla y llegar a sus resultados reales, lo que en su momento
se le propuso.
En los días posteriores inmediatos al 6 de julio,
cuando se discutía álgidamente la validez de la elección, Rosario Ibarra,
candidata del Partido Revolucionario de los Trabajadores, reconoció que la
mayoría de los votos estaba a mi favor. Manuel Clouthier, de Acción Nacional,
declaraba en esos mismos días que Salinas no había ganado, que él tampoco, pero
que no sabía quién había ganado la elección.
Ante esta situación, después de varios meses de
protestas y fuertes movilizaciones por distintas regiones del país, habiendo
echado mano de todos los recursos legales tratando de revertir el fraude, la
salida que se encontró como más viable en el FDN fue la de llamar a formar una
organización política que pudiera alcanzar la capacidad necesaria para llevar a
cabo los cambios que el país estaba reclamando. De esa decisión nació, poco
después, el Partido de la Revolución Democrática.
Mientras se estaba en el análisis de la situación
nacional, de la situación del propio FDN y de las alternativas que se
presentaban hacia adelante -y en paralelo estaban calificándose las elecciones
de diputados federales, el presidente rendiría su último informe ante el nuevo
Congreso y se calificaba la elección presidencial por los diputados-, nadie
planteó que la solución de la crisis pudiera encontrarse en una vía no
constitucional. Nadie propuso la vía armada, nadie se preparó para tomar ese
camino, y es que una revolución no se da por desplantes viscerales o por
actitudes meramente voluntaristas. Una revolución se prepara, se miden
posibilidades y consecuencias, y es entonces cuando se toman las decisiones.
Llamar en aquel momento a rebelarse o en un ataque
de rabia o desesperación haber llamado a tomar o apoderarse de algún punto
simbólico hubiera sido, por decir lo menos, irresponsable, si no es que
provocador para matar al naciente movimiento, o verdaderamente criminal.
***
La elección de 1988, a pesar del fraude, provocó,
sobre todo con las intensas movilizaciones populares, una amplia y firme toma
de conciencia entre la población respecto a que la participación ciudadana en
la vida pública y el voto hacían posible el cambio. Este primer impulso ha
llevado, hasta ahora, a la alternancia y al fin del régimen de partido de
Estado. Se requiere de nuevos esfuerzos para llegar a un sistema político y a
una convivencia social que puedan calificarse de cabales, de integralmente
democráticos.
Reconocerse como el ejecutor del fraude con la responsabilidad
mayor, como lo hace Miguel de la Madrid, no revierte lo sucedido. Confirma lo
que muchas voces habían venido diciendo y da más claridad a hechos importantes
de nuestra historia reciente.
Cuando apareció el editorial de The New York Times no faltó quien me preguntara si no iba yo a presentar
una demanda contra Miguel de la Madrid y aquí, a estudiosos del derecho les
pregunto si vale la pena. Para obtener una satisfacción personal no veo el
caso. Si de ella se derivara alguna sanción para Miguel de la Madrid y quienes
planearon, ordenaron e instrumentaron el fraude desde las más altas
responsabilidades de la República, que representara una reparación de los daños
ocasionados tanto a los ciudadanos como a la nación -por la corrupción de la
administración a la que el fraude llevó al poder, por los perjuicios
ocasionados por las políticas públicas que se pusieron en práctica, etcétera-
habría que hacerlo. ƑQué dicen al respecto los estudiosos de las leyes de esta
Escuela Libre de Derecho?
*Documento presentado en el quinto Congreso
Internacional de Derecho. Derecho y democracia: logros, problemas, retos.
Escuela Libre de Derecho.
Puebla, Pue., 31 de marzo de 2004.
1 "About
that close election..." en The
New York Times, 15 de marzo del
2004.
2 Miguel
de la Madrid H. (con la colaboración de Alejandra Lajous): Cambio de rumbo. Testimonio de una Presidencia
-1982-1988. Fondo de Cultura
Económica. México. 2004
Que en México haya una
fracción de la izquierda socialista que apoya al Estado mexicano y sus
gobiernos no debe sorprender a nadie. La génesis de un Estado surgido de una
revolución burguesa y popular muy violenta, el sistema de relaciones orgánicas
e ideológicas que ha establecido la torre estatal con la sociedad civil y el
movimiento obrero no podían sino atraer al grueso de una izquierda que durante
un largo período fue hegemónica y que veía en los gobiernos del partido oficial
un poder popular y contradictorio, pero colocado en la trinchera
antimperialista.
[1] La Corriente Democrática
surgió dentro del PRI hacia finales de 1986 reclamando al Estado la práctica de
una política pública con fuerte contenido social, exigiendo frenar y reducir el
endeudamiento externo y la adopción de procedimientos democráticos en el
partido para la toma de sus decisiones, en especial para la designación de
candidatos… Al llegarse el tiempo vino
el dedazo del presidente, con el consecuente destape de Carlos Salinas como candidato del PRI.
En ese momento, los miembros de la Corriente Democrática estábamos obligados a
tomar una decisión: aceptábamos la imposición presidencial y nos sumábamos a la
campaña oficial, o nos íbamos cabizbajos a nuestras casas… Optamos por aceptar
los ofrecimientos de los partidos de oposición y es así como me convertí en
candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, del Partido del
Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (que recién se había transformado
de Partido Socialista de los Trabajadores) y del Partido Popular Socialista. A
estos partidos se fueron sumando otros partidos sin registro y numerosas
organizaciones políticas y sociales que, en conjunto, en enero de 1988 formaron
el Frente Democrático Nacional (FDN). El Partido Mexicano Socialista se adhirió
al FDN al declinar Heberto Castillo su candidatura en mi favor el 6 de junio,
justo un mes antes del día de la elección.
[2] En ese entonces Comisión
Federal Electoral estaba presidida por el secretario de Gobernación Manuel
Bartlett Díaz.
[3] De la Madrid hace en su libro más que una "autorizada
confirmación", una confesión de parte, como dicen ustedes los abogados, de
que fue él quien en la tarde del 6 de julio de 1988, día de las elecciones
federales, ordenó se dejara de dar información sobre cómo iban fluyendo los
resultados electorales, porque estaban siendo favorables a mi candidatura,
decisión que dio inicio a un masivo fraude electoral que se cometió no en
perjuicio de mi persona, como con frecuencia se señala, sino en perjuicio de
todos los ciudadanos del país y del país mismo… El 12 de julio, que fue el
último día que se recibió información que se podía considerar medianamente
confiable, pues había cada vez más evidencias de un fraude masivo y
generalizado, se tenían computados 10 millones 355 mil 293 votos -54.09 por
ciento del total-, de los cuales 21.38 por ciento era para el PAN, 35.76 para el
PRI y 39.4 para el FDN, correspondientes a 30 mil casillas -54.5 por ciento del
total de las instaladas en el país….Los datos de esas 25 mil restantes nunca
fueron dados a conocer y nunca podrán conocerse, pues los paquetes con los
votos de esa elección, que habían sido depositados en la Cámara de Diputados,
según lo disponía la ley, se incineraron por acuerdo de las diputaciones del
PRI y del PAN. Cuauhtémoc Cárdenas. La Jornada México D.F. 2 de abril de 2004. Conferencia en la Escuela Libre de Derecho. Puebla, Pue., 31 de marzo
de 2004. Puebla
[4]
La firma del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte, privatización masiva de empresas estatales, incluida la
banca; la implementación del Programa Nacional de Solidaridad, se restauraron las relaciones Iglesia-Estado y se establecieron relaciones diplomáticas con el Vaticano.
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