martes, 8 de diciembre de 2015

EL SAPO MÉNDEZ I (cuento) Luis Ortega Morales. 9 feb 2003



El Sapo Méndez es un tipo único. Chingón para los madrazos y los plomazos. Blanco, bien parecido, barba cerrada y con los ojos saltones.  Siempre se anda retorciendo los bigotes. Ha tenido muchas viejas. Es ostentoso, siempre sacando los fajotes de lana delante de toda la gente, en cantinas, cabarets y cafés donde pasa la mayor parte de su tiempo. Trae anillos, reloj y pulsera de oro con diamantes. Tiene tanta suerte que un día, en el Fernando’s, una cantina de mala muerte de la colonia Santa María, estaba como siempre rodeado de varias viejas y  saludó al puto de Fernando, el dueño,  dándole  unos besotes en la boca, que hasta la baba se les caía. En esos momentos llegó el querido de Fernando quién al verlos, sacó la .38 súper y le soltó un plomazo. El Sapo cayó con una herida en el pecho. Lo llevamos al hospital, a los tres días salió. La bala le había entrado y salido por la espalda sin tocarle ningún órgano. ¡Sano y salvo!
La historia del Sapo Méndez es interesante. Es hijo del líder de los locatarios del mercado de El Alto y de doña Mary, una gran señora que fue activista del Partido Comunista, conoció a Julio Antonio Mella, a Tina Modotti, a Diego Rivera a Frida Khalo, a Revueltas y a Siqueiros, repartía el Machete con Benita Galeana, combatió a William Jenkins y a Maximino Ávila Camacho y vio caer asesinados a muchos de sus compañeros por los líderes de la CROM. En su casa se hospedó Julio Ramírez, un ruso del PCUS que fue enviado para organizar el Partido Comunista de México. De ahí el Sapo  aprendió el lenguaje comunista.  De todos  sus hermanos fue el único que logró sobresalir, los demás vivían a su sombra y permanecían callados cuando estaba hablando.
El mercadito típico de El Alto está rodeado de una pequeña zona de tolerancia con cantinas que cierran hasta las 6 de la mañana. El Sapo controlaba todo: a los mariachis y a las bandas típicas que ahí tocaban y claro, las cantinas, prostíbulos y a las putas. Una vez me contó la Bety, una de sus mujeres,  que el Sapo le quitaba el dinero que sacaba de fichar y  de coger con sus clientes, a veces la golpeaba y que así hacía con las demás.
Ellos eran una familia tradicional, vivían en una de las vecindades frente al mercado. Todos hacinados, junto al papá, la mamá,  los hermanos y las cuñadas. Eran puros hombres. Todos dormían en la misma recámara. Bonifacio, como se llamaba el Sapo, siempre estaba en la casa de sus papás, a pesar de que se casó muy joven. Ahí comía todos los días. Comandaba a sus hermanos y era una de las pandillas más importantes de la ciudad. Los de El Alto eran temidos en todos lados y siempre andaban en bola echando desmadre, en pleitos con otras pandillas cercanas. Traficaban marihuana y vendían cosas robadas. Nadie se acercaba a El Alto sin su consentimiento. Los clientes eran muchos y a las 6 de la mañana era obligado pasar con doña Mary, a comer un plato de mole de panza, para bajar la borrachera. Su vida familiar siempre estuvo ahí, con su gente. 

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