El Sapo Méndez es un tipo único. Chingón para los madrazos y los
plomazos. Blanco, bien parecido, barba cerrada y con los ojos saltones. Siempre se anda retorciendo los bigotes. Ha
tenido muchas viejas. Es ostentoso, siempre sacando los fajotes de lana delante
de toda la gente, en cantinas, cabarets y cafés donde pasa la mayor parte de su
tiempo. Trae anillos, reloj y pulsera de oro con diamantes. Tiene tanta suerte
que un día, en el Fernando’s, una cantina de mala muerte de la colonia Santa
María, estaba como siempre rodeado de varias viejas y saludó al puto de Fernando, el dueño, dándole
unos besotes en la boca, que hasta la baba se les caía. En esos momentos
llegó el querido de Fernando quién al verlos, sacó la .38 súper y le soltó un
plomazo. El Sapo cayó con una herida en el pecho. Lo llevamos al hospital, a
los tres días salió. La bala le había entrado y salido por la espalda sin
tocarle ningún órgano. ¡Sano y salvo!
La historia del Sapo Méndez es interesante. Es hijo del líder de los
locatarios del mercado de El Alto y de doña Mary, una gran señora que fue
activista del Partido Comunista, conoció a Julio Antonio Mella, a Tina Modotti,
a Diego Rivera a Frida Khalo, a Revueltas y a Siqueiros, repartía el Machete con
Benita Galeana, combatió a William Jenkins y a Maximino Ávila Camacho y vio
caer asesinados a muchos de sus compañeros por los líderes de la CROM. En su
casa se hospedó Julio Ramírez, un ruso del PCUS que fue enviado para organizar
el Partido Comunista de México. De ahí el Sapo
aprendió el lenguaje comunista.
De todos sus hermanos fue el
único que logró sobresalir, los demás vivían a su sombra y permanecían callados
cuando estaba hablando.
El mercadito típico de El Alto está rodeado de una pequeña zona de
tolerancia con cantinas que cierran hasta las 6 de la mañana. El Sapo
controlaba todo: a los mariachis y a las bandas típicas que ahí tocaban y
claro, las cantinas, prostíbulos y a las putas. Una vez me contó la Bety, una
de sus mujeres, que el Sapo le quitaba
el dinero que sacaba de fichar y de
coger con sus clientes, a veces la golpeaba y que así hacía con las demás.
Ellos eran una familia
tradicional, vivían en una de las vecindades frente al mercado. Todos
hacinados, junto al papá, la mamá, los hermanos
y las cuñadas. Eran puros hombres. Todos dormían en la misma recámara.
Bonifacio, como se llamaba el Sapo, siempre estaba en la casa de sus papás, a
pesar de que se casó muy joven. Ahí comía todos los días. Comandaba a sus
hermanos y era una de las pandillas más importantes de la ciudad. Los de El
Alto eran temidos en todos lados y siempre andaban en bola echando desmadre, en
pleitos con otras pandillas cercanas. Traficaban marihuana y vendían cosas
robadas. Nadie se acercaba a El Alto sin su consentimiento. Los clientes eran
muchos y a las 6 de la mañana era obligado pasar con doña Mary, a comer un
plato de mole de panza, para bajar la borrachera. Su vida familiar siempre
estuvo ahí, con su gente.
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