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lunes, 1 de junio de 2015

Universidad, conocimiento y educación pública

Universidad, conocimiento y educación pública
Marcos Roitman Rosenmann
L

os estudiantes de casi todo el mundo salen a las calles y protestan contra los programas y planes de estudios. Los parámetros sobre los cuales se mueven las reformas educativas han trasformado la educación en todos sus niveles. Los objetivos transmutan, el estudiante es un cliente y los centros educativos deben generar beneficios. El postulado sobre el cual se construye este nuevo sistema educativo es contundente: la institución educativa es una empresa. Si la actividad educativa acarrea pérdidas, sus opciones son: 1) adecuarse a las demandas del mercado; 2) sucumbir a la competencia; 3) cerrar sus puertas por ineficientes. En otros términos, la enseñanza, en la economía de mercado, transmuta sus fines. No se busca instruir, educar en el bien común, comportamientos éticos o formación ciudadana. En estos momentos transmitir valores democráticos, saberes humanistas y promover el desarrollo de la ciencia básica son obstáculos para implantar la reforma educativa.

Dos son los argumentos utilizados por los gobiernos para apoyar tal iniciativa de cambio educativo. La primera, de orden crematístico, marca la línea roja: rentabilidad. La educación pública no es sostenible, se subraya. Sus universidades son deficitarias, su personal está sobredimensionado y su oferta es inadecuada para los nuevos tiempos. Licenciaturas, maestrías y doctorados obsoletos se unen a una masificación estudiantil, la gratuidad de las matrículas y sueldos desproporcionados para el personal docente. El efecto buscado de estos tópicos tiene un fin: la enseñanza, en todos sus niveles, tal como la practicamos, es un lastre. Regenerarse o morir. El segundo postulado presenta una vertiente de alto riesgo. Orienta a los estudiantes a tomar decisiones, construir su horizonte profesional, renunciando a sus vocaciones intelectuales. Se trata de romper con el sentido vocacional a la hora de tomar una decisión. La vocación es un obstáculo. Estudie algo que sea rentable, tenga salida en el mercado y le permita obtener éxito social. No deje que su conciencia y su pensamiento se interponga en una decisión de orden económico. Nada se resiste a las exigencias y demandas del mercado.

Hoy, las universidades privadas muestran el camino. Elevadas matrículas y titulaciones acorde con las demandas de un sistema que potencia y gratifica el éxito individual y económico. Así, en España, que se apunta a lo peor de las ideas neoliberales, crea un nuevo grado universitario de cuatro años de duración: liderazgo emprendedor e innovación. Según su publicidad, los profesores mutan en entrenadores, coach. Sin apenas clases y aulas itinerantes, coworking, desde el minuto uno el objetivo consiste en crear un proyecto innovador y empresarial y lograr ubicarlo en el mercado. Para aprobar, el estudiante debe facturar un mínimo de 15 mil euros netos en el último curso. Si consigue esta meta, recibe el anhelado diploma universitario.

Dos universidades privadas ya lo han puesto en marcha y con éxito. La Universidad de Mondragón, en el País Vasco, y la Universidad Europea Miguel de Cervantes de Castilla y León. La primera cobra una matrícula anual de 10 mil euros. Ya tiene mil 500 peticiones para sólo 72 plazas. Su publicidad advierte que el alumno deberá leer, como mínimo, durante sus cuatro años de formación, 20 libros de marketing, liderazgo o economía. Todo un logro. Según sus promotores, la metodología es una copia de la puesta en práctica por el profesor Johanes Partanen, desde hace 20 años en la educación pública finlandesa, para evitar el fracaso escolar o la falta de motivación. Transformado el método para la acción empresarial, ahora se divulga como parte de un proyecto innovador en el que los pilares básicos son: aprender haciendo, construir un equipo, convertirse en su líder y promotor, y realizar viajes de aprendizaje. El efecto es arrollador. En Madrid y Barcelona, tanto como en las grandes capitales, las universidades privadas están desarrollando proyectos similares de grado en liderazgo emprendedor e innovación. En otros términos, empodérese, consiga sus objetivos, no se ponga límites. Autoexplótese y tendrá un prometedor futuro en el mundo empresarial y la economía de mercado. No sea un fracasado.

La oferta de grados como único atractivo de ganar dinero prolifera en universidades privadas. El gancho: garantizar al cabo de cuatro años el puesto de trabajo. Dichas universidades establecen una lógica perversa y falsa. Promover un título donde el comprador ve su futuro resuelto y el vendedor un nicho donde acrecentar las ganancias. Así, emergen universidades virtuales con instalaciones precarias, sin profesores, sólo coach, entrenadores y personal auxiliar. Universidades dependientes de grandes trasnacionales cuyo objetivo es cazar los talentos argumentando, como hace uno de los promotores del título en innovación empresarial: Las empresas buscan historias inmediatas, ya no buscan gente con carrera (...) este mundo necesita personas con altas dosis de iniciativa y liderazgo, porque también las empresas necesitan hacer cosas que nunca antes habían hecho.

Efectivamente, el grado de explotación, sumisión e involución democrática presupone empresarios sin escrúpulos, sin formación humanista, sin sentido ético ni menos aún comprometidos con los derechos humanos y la defensa del planeta tierra. Por esta razón es urgente reivindicar la educación pública de calidad, gratuita y humanista, centrada en las vocaciones y el conocimiento científico y social.


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