http://www.jornada.unam.mx/2015/05/10/opinion/018a2pol
Educación para la descolonización
Lev Moujahid Velázquez Barriga*
La invasión europea sobre los pobladores y el territorio de Aby Ayala, como llaman algunos pueblos originarios a lo que hoy conocemos como América, importó no sólo un sistema de saqueo y acumulación de capital basado en la superexplotación de la fuerza viva de trabajo, el robo de los recursos naturales y de la biodiversidad, sino también un modelo civilizatorio eurocéntrico como proceso universal dominante a escala global, reproduciéndose en fases de neocolonización sobre los pueblos, sobre todo al sur del mundo.
Este nuevo patrón de poder colonial, del que habla Aníbal Quijano, creció desangrando América Latina, sólo así pudo desarrollarse al grado de la revolución industrial o de las revoluciones tecnológicas de los siglos XX y XXI, negando todas nuestras posibilidades de evolución y formas de existencia cultural, social y política. Comprender el capitalismo desde esta lógica rebasa la explicación que hicieron los eurosocialistas, y por lo tanto, debe ser repensado desde nuestra condición geográfica latinoamericana, para construir una ruta propia hacia la emancipación.
Este patrón de poder se sustenta en la idea de la superioridad de la raza blanca; la sumisión de la multiculturalidad a la modernización occidental; el patriarcado; el androcentrismo como sistema de dominio hacia la madre tierra; la racionalidad como forma única de conocer, vivir y explicar el mundo; la religión católica como matriz ideológica; el Estado uninacional y monolingüístico para la reorganización del poder, en detrimento del desarrollo autónomo. El factor central que lo hizo amasar grandes cantidades de plusvalía no fue la explotación salarial; por ejemplo, la esclavitud estuvo presente desde la colonia, el porfiriato y hasta nuestros días, así lo visibilizaron los jornaleros de San Quintín. Pareciera que no pertenece al capitalismo, pero ha estado ahí por cinco siglos.
¿Por qué es necesario hablar de descolonización todavía? La dependencia colonial no fue totalmente desarticulada, el México independiente nació como país neocolonizado y la Revolución mexicana no pudo concluir la soberanía nacional. Por otro lado, estamos frente a una crisis del capitalismo, no sólo por la caída de la tasa de ganancia o de sobreproducción y subconsumo, sino de todo el proyecto civilizatorio de la modernidad eurocéntrica que lo arropó desde su origen y que sustentó el patrón de poder colonial que lo mundializó. Esta vez no sólo está en juego la acumulación de más capital, se trata de la extinción del planeta, de toda la vida.
No hay respuestas posibles en la misma racionalidad occidental, es necesario buscar soluciones en una nueva racionalidad histórica que construya otra humanidad para trascender el capitalismo, por el propio bien de la tierra y los seres vivos. Es por eso que la alternativa se ha vuelto cada vez más esperanzadora en las formas de vida de los pueblos originarios que fueron sometidos por la colonialidad: el buen vivir de los quechuas y aymaras, que orienta el Estado plurinacional de Bolivia; la comunalidad de los pueblos mixteco y zapoteco; el autonomismo y comunitarismo de los pueblos purépecha o mazahua de Cherán y Ostula; asimismo, el de los indígenas de Guerrero y Chipas; la territorialidad por la que luchan los yaquis en Sonora y los huicholes en Wirikuta. Ahí está una nueva lógica capaz de garantizar la vida como primer principio para cualquier proceso civilizatorio.
El proceso de revolución social es una creación auténtica, como diría Mariátegui, que dialoga desde la experiencia teórica y práctica de la descolonización latinoamericana con la tradición de revoluciones eurosocialistas. El socialismo venezolano es marxista pero también bolivariano, el de Cuba es marxista pero también martiano; nuestro proceso auténtico que complete la descolonización inconclusa y la revolución interrumpida en México tendrá que hacer una ecología de experiencias y pensamientos de las luchas proletarias, de las rebeliones indígenas como la de Canek en la zona maya, del pensamiento descolonizador de Morelos, del socialismo utópico, agrario y antiliberal de Julio Chávez López, del pensamiento socialista e indigenista de Flores Magón, de la experiencia revolucionaria e indígena en la comuna de Zapata; tendrá que ser jaramillista, cabañista y arraigarse en lo más profundo de nuestra identidad democrática.
La educación pública, siendo una invención de la modernidad capitalista para masificar la hegemonía burguesa, tal cual lo fue, aunque más selectiva, la educación confesional para legitimar el poder eclesiástico y monárquico, deberá ser refundada para acompañar este proceso de revolución socialista, para la descolonización, la despatriarcalización y por los derechos de la madre tierra.
La CNTE ya ha comenzado en la constitución de esta nueva escuela liberadora, reconociendo la pedagogía socialista rusa y la pedagogía crítica de la primera escuela de Fráncfort, pero avanza a la construcción de una epistemología del sur, recuperando la pedagogía del oprimido, las pedagogías de los movimientos sociales, el buen vivir y la comunalidad de los pueblos originarios, así como el pensamiento altamiranista y de la escuela rural mexicana. No obstante, es pertinente establecer un diálogo más profundo para consolidar y fortalecer un modelo educativo contrahegemónico y descolonizador.
* Miembro del Centro Sindical de Investigación e Innovación Educativa de Michoacán.
Enviado desde mi iPad
No hay comentarios:
Publicar un comentario