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En síntesis, intolerancia
Octavio Rodríguez Araujo
La ventaja de no ser religioso es que se advierte más fácilmente que ninguna religión está libre de culpas de intolerancia. Las religiones están basadas en la fe y el dogma, no en la razón y en la búsqueda de la verdad. Para las religiones la verdad está en sus libros considerados sagrados, en las tradiciones, en la fe y en la supuesta palabra de deidades inventadas, por cierto, por seres humanos.
Muchos europeos usan su religión (católica o protestante) para excluir a los de otras religiones, como los musulmanes, y antes a los judíos, y mucho antes –en Francia– a los protestantes llamados hugonotes, y todavía más antes, los paganos. Así ha sido y no ha dejado de ser. Los musulmanes, por su lado, no son muy diferentes: los apóstatas y los no creyentes también son discriminados y en algunos lugares juzgados o simplemente castigados incluso con la muerte. Ni hablar de la discriminación a las mujeres que se da entre ortodoxos tanto musulmanes como judíos, y todavía entre católicos en algunas culturas híbridas. Para varios grupos religiosos la homosexualidad es considerada aberrante o antinatural.
El racismo de muchos, que es una estupidez no siempre reconocida por quienes lo practican, a menudo se trata de ocultar con argumentos religiosos y, por extensión, culturales: son de otra cultura, de otra religión, por lo que no se asimilan a la nuestra, suelen decir.
Todo esto: religión, pretextos culturales, racismo, suele traducirse en xenofobia, que según mi diccionario quiere decir miedo, rechazo y hasta odio a lo extranjero. En una palabra, intolerancia hacia el otro, hacia el diferente, hacia valores distintos, hacia lo que contradice creencias y dogmas. Los fascismos de diversos grados y momentos son muestra paradigmática de esas intolerancias y los crímenes cometidos en su nombre, como en nombre del socialismo durante Stalin, ocupan un destacado y aborrecible lugar en la historia de la humanidad y de muchos países. No todos los fascismos han sido o son religiosos, pero usan la religión para movilizar a sus huestes, así como también símbolos sencillos y hasta música elemental para inducir a las mentes simples a actuar contra "enemigos" normalmente inventados y perversamente reiterados o exagerados por los medios a su servicio.
El problema es que los intolerantes de un lado suelen generalizar a sus "enemigos" del otro por las acciones de unos de ellos. Unos musulmanes, se dijo en Estados Unidos, tumbaron las torres gemelas en Nueva York, con miles de muertos, por lo tanto los musulmanes son terroristas. Unos negros son criminales, ergo, todos los negros son delincuentes, dicen los blancos. Unos blancos discriminan a los latinos y a los negros, por lo que los blancos son racistas. El gobierno de Estados Unidos es imperialista, los gringos, por lo tanto, son imperialistas, y los franceses y los ingleses, colonialistas, además de imperialistas. Unos judíos son sionistas, todos tendrán que ser iguales aunque estén a favor de los palestinos. Los mestizos de derecha discriminan a los indios, son racistas; y los indios, todos, sin excepción, son víctimas de los blancos y mestizos, por lo que todos son buenos y deben respetarse sus usos y costumbres aunque éstos puedan ser bárbaros e incluso ilegales. Y así, podría hacer una lista de contrastes enorme y muy probablemente imprecisa.
La matanza de los periodistas de Charlie Hebdo la realizaron algunos musulmanes, por lo que el sentimiento en su contra ha aumentado y ahora se habla de posible terrorismo, como en 2001 en Estados Unidos. Pero el luterano noruego Anders Breivik, que mató a 77 inocentes en 2011, no provocó manifestaciones en contra de los cristianos de tendencia luterana ni éstos fueron acusados de terroristas. Ni es moreno ni es musulmán; es blanco y practicante de la religión mayoritaria en su país.
Los fascistas y neonazis están muy contentos, piensan que aumentarán sus votos gracias a la islamofobia que se ha generado y contra la que muchos otros también han marchado, como en Alemania.
Los ateos, que en general somos liberales y tolerantes, también hemos padecido fundamentalistas e intolerantes, por ejemplo en contra de curas y católicos en tiempos de Calles y de Garrido Canabal.
Lo reprobable, pues, es la intolerancia y el fundamentalismo, sea de donde sea y venga de donde venga.
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