Batallas por la Tierra Baldía
Christopher Domínguez Michael Nexos
I. LA TIERRA BALDÍA
Entre los dos campos, entre el pueblo y la inteligencia, existe una tierra de nadie en la cual tienen lugar los encuentros mutuos y los encuentros entre ambos.
Alexandr Blok, Pueblo e inteligencia
La imagen de una tierra baldía, víctima de invasiones esporádicas, dominios crueles, bandidos sociales y profetas, lo mismo que de ideólogos y mártires, pero fundamentalmente abandonada a la suerte de la naturaleza y de sus raras furias, es seductora, si consideramos que en México los marxismos han sido obra y discurso de diversas intelectualidades históricas antes que señal de identidad de movimientos populares. La recurrente idea de considerar al marxismo como un pacto faústico entre la Ciencia y la Vida, donde los productores de conocimiento depositan la semilla de la conciencia en el corazón de los productores de riqueza, es difícilmente comprobable en países como el nuestro. Más bien se trataría de una historia donde brilla una tensión de batallas en que los dos bandos buscan ocupar y fundirse en uno solo en una tierra de nadie donde aún no ha sido levantada la cruz ni se ha dicho la última palabra.
Los marxistas o quienes han hablado en nombre de los múltiples marxismos de nuestro siglo, han hecho su camino tratando de crear una inteligencia revolucionaria lo suficientemente capaz de seducir a los intermitentes movimientos sociales o de crearlos a partir de las premisas de una idea. Si recordamos que en junio de 1884, un emigrante griego que había conocido a Proudhon, Plotino Rhodakanaty, publicaba por primera vez en México el Manifiesto del Partido Comunista, podríamos sumar alegremente al centenario de Marx, el de un marxismo mexicano. Pero sólo hasta la década pasada, los años setenta, contamos con algo parecido, es decir, una corriente de alcance nacional, autónoma, con libros y escritores, instituciones y partidos, tradiciones revividas, interés por lo universal, búsqueda de la realidad nacional y hechos en su nombre dentro de los vaivenes de la lucha de clases. Pero la batalla por la tierra baldía no ha terminado y su saldo es más bien de indiferencias, desencantos y desastres.
El marxismo de los setentas nace en las marchas y en el fulgor del movimiento de los estudiantes de 1968. Desde entonces y cada vez más, el marxismo se ha ido convirtiendo en una vertiente fundamental de la sociedad mexicana. No debemos olvidar que ya antes lo era, que desde los veintes el Estado mexicano creció influenciado por su contemporáneo soviético y que la llamada ideología de la Revolución Mexicana, como otras tantas ideologías de Estado de nuestro siglo, interiorizó importantes elementos del marxismo y los aplicó en sus concepciones y prácticas en la vida social. Lo que ha sucedido en los setentas, ha sido el nacimiento de un marxismo que funciona como componente autónomo de la cultura mexicana, provisto finalmente de una determinación propia. Las batallas por la tierra de nadie no han conquistado a las clases que hipotéticamente han de aportar el sujeto de la síntesis marxista, pero sí, y esa es nuestra proposición, han logrado construir un espacio intermedio, el de una cultura socialista y democrática, que es al mismo tiempo la promesa de una expansión hacia los sujetos sociales y la evidencia de la dificultad de esa aventura.
Los diversos marxismos desarrollados y crecidos durante la década pasada, han sido componentes esenciales de esa nueva cultura y muy probablemente sus impulsores más activos. Naturalmente (y afortunadamente) no todo en ese entarimado de divergencias es marxismo, pero sin marxismo no sería concebible ese espacio.
El problema político que introducen las movilizaciones de 1968, es el de la democracia, y más aún, el de las formas políticas de relación entre el Estado y sus fracciones con la sociedad civil y sus componentes. Por ese camino entrarán los marxistas y los marxismos a tomar posesión de lo que ahora tienen. La democracia no es ni una forma de organización del Estado ni una suma de luchas populares victoriosas, sino una síntesis entre lo estructural y lo coyuntural, la expresión de una correlación de fuerzas.
Episodio de rebeldía de los sectores más beligerantes y menos corporativizados de la sociedad, es el de 1968 un movimiento que genera un pequeño y eficiente ejército de caballo, y eficiente ejército de caballos de Troya de la sociedad civil que se han introducido con relativo éxito dentro del Estado y más que ello lo han ampliado en sus dimensiones físicas y en su capacidad de negociación y tolerancia. A su vez, los gobiernos de la Revolución han necesitado, como parte de una cuota indispensable de modernización, absorber las contradicciones dentro de su estructura, amplificándola.
Los estudiantes que recorrían el Paseo de la Reforma hace quince años, abrieron la puerta de una guerra de posiciones. Ellos se convirtieron, por su peso histórico, en los portadores de las llaves de plata de la cultura democrática y socialista. A principios de los setentas, los entonces jóvenes recién licenciados se presentaban a los concursos de oposición y ganaban las plazas de profesores, enfrentados a una generación que pasaba serias dificultades en la comprensión y en el manejo de un código ético y existencial que se extendía: el marxismo. Las clases sociales, el materialismo dialéctico, las fuerzas productivas y las relaciones de producción eran los significantes de una nueva lectura de lo cotidiano realizada por jóvenes intelectuales, cuyos alumnos preparatorianos e universitarios iban reciclando la vivencia. El marxismo ya no era, como antaño, ni un marxismo legal utilizado para someter a las organizaciones obreras ni un marxismo clandestino, bandera de una izquierda reprimida, solitaria y amargada. Se expandía, ambiental, editorial y políticamente, un marxismo invasor de espacios, heredero de muchos dogmas y portador de revelaciones importantes y ocurrencias nacionales. Creció en la Academia, pero de inmediato fue al campo a buscar la Realidad en la teoría o a encontrarse con las guerrillas campesinas y a morir con ellas. Hizo esfuerzos por llegar a las fábricas, repartió libros y propaganda en las madrugadas, asaltó bancos y penó prisiones. Permeó a las viejas organizaciones políticas e hizo nacer centenares, interesó a los gobernantes y creó -especie poco conocida en México- escritores marxistas. Con la rapidez del trueno, el espíritu del 68 trastornó el rostro cultural de una nación.
¿Los resultados concretos? ¿Dónde se desarrolló la nueva cultura? En primer término, nació una burocracia universitaria receptiva a la modernización introducida. Colegios, facultades y sobre todo institutos de investigaciones, en la UNAM y en provincia, empezaron a estar dispuestos a contratar profesores marxistas extranjeros, organizar simposios de verano donde desfilaban estrellas internacionales del pensamiento socialista; se modificaron radicalmente los planes de estudio, se abrieron nuevas asignaturas; el consumo de literatura marxista, clásicos y comerciales, creció, impulsado fundamentalmente por la demanda estudiantil de todos los niveles. Naturalmente esa burocracia modernizante y pluralista podía reprimir y obstaculizar a los grupos sindicales y políticos de izquierda dentro de la Academia. Si ser marxista no es ninguna garantía de ser demócrata, mucho menos lo es difundir el marxismo y ser una autoridad académica democrática.
En provincia y en instituciones universitarias del centro, rectores y directores pertenecientes a diversas organizaciones de izquierda, empezaban su trabajo. Si políticamente el balance ha sido desfavorable, ya que la izquierda ha reproducido en su dirección de las universidades los peores vicios de su tradición, en el terreno de la difusión del marxismo, su presencia fue muy positiva. Enclaves caciquiles y asfixiantes se abrían a nuevos vientos.
II. LA RIBERA IZQUIERDA
A la par del proceso de reforma política, la intelectualidad marxista empezó a aparecer con naturalidad en la opinión pública, a través de periódicos y revistas, y en la última etapa, en la televisión y la radio. Primero entraron los académicos, los que no habían participado activamente en la oposición de izquierda al régimen, y después, los viejos perseguidos. En noviembre de 1977, con la fundación del diario unomásuno, aparecía una tribuna democrática, cuyas planas editoriales eran ocupadas por intelectuales de izquierda de variadas tendencias. Se dio el boom de revistas periodísticas y teóricas de la izquierda, muchas de ellas efímeras, donde los marxistas pasaban a convertirse en miembros relevantes de la opinión pública y en interlocutores importantes del gobierno. Historia y Sociedad, Estrategia o Cuadernos políticos, entre otras, impactaban ya a sectores de dimensiones nunca vistas antes. La publicación de El Machete, en 1980, abrió la posibilidad de una revista de cultura política, marxista en un nuevo sentido, cuya demanda competitiva en relación a las publicaciones políticas de importancia, abría la puerta a un nuevo tipo de relación de los marxistas con un cuerpo de lectores ya muy amplio.
A su vez, no sólo los medios escritos tradicionales mostraban interés por los marxistas y sus opiniones, sino los polos dominantes de la administración de la cultura mexicana, como Nexos y Vuelta convertían a los marxistas y al marxismo en general en una de las piedras de toque de sus polémicas y diferenciaciones. Tiempo atrás, la sociedad literaria mexicana, o más bien su fracción más democrática, renuente hasta antes de 1968 a tener algo que ver con la izquierda marxista, considerada -no sin razón- vergüenza del México culto, empezaba a rodearse de camaradas, a admitir intelectuales marxistas en sus consejos de redacción y a trasladar muchas de sus inquietudes hacia el área social que develaban los marxistas.
La legalización del Partido Comunista Mexicano en 1979 y su aceptable participación en las elecciones parlamentarias de ese año, reflejó la existencia ya de una izquierda madura para concursar partidariamente en la conformación de su cultura. Contando ya con intelectuales, el PCM naturalizaba, junto a un amplio abanico de teóricos militantes en opciones diversas, como el nacionalismo revolucionario o el trotskismo, la existencia de una corriente marxista con desplazamientos autónomos en la política y la cultura nacionales, accediendo ya a los medios de comunicaciones. la esfera parlamentaria y los municipios.
No puede dejarse de notar el papel jugado por el sindicalismo universitario. En su interior, los profesores marxistas aprendieron lo que antes sólo se aprendía en las famélicas y heroicas sectas de los sesentas: la grilla organizada. Además, se concibieron asimismo como trabajadores con derechos y deberes, cuota terapéutica necesaria para superar el añejo trauma de la imposibilidad de la praxis. La existencia de organismos gremiales, donde no sólo ganaba la izquierda en su impacto en la sociedad, sino la intelectualidad marxistas encontraba una ubicación social, fue fundamental.
El movimiento popular generaba expresiones independientes, nuevos centros de poder se introducían en los ámbitos corporativos tradicionales y hacían lucha sindical y municipal, convirtiendo a la cultura marxista también en expresión multitudinaria de gritos y consignas. Si bien no puede encontrarse una relación de causa/efecto entre el crecimiento de la cultura socialista y el alimento de la ira del pueblo, no cabe duda que algunos de los mensajes enviados por los misioneros a la tierra baldía fueron recibidos y procesados del otro lado.
Burocracias universitarias modernizantes, sindicalismo independiente en las universidades, un cuerpo importante de profesores marxistas, revistas teóricas, semanarios y diarios democráticos, rectores comunistas en provincia, partidos socialistas en el parlamento, movimientos populares erosionando áreas corporativas, municipios de izquierda, campesinos con banderas de la hoz y el martillo, obreros sorprendidos leyendo furtivamente el ¿Qué hacer? en el metro, visitas de Ernest Mandel y Rudolf Bahro, una intelectualidad democrática en la sociedad literaria, configuraban el resultado confuso y contradictorio de una ardua lucha por configurar el espacio nuevo de la cultura socialista y democrática, que para los ochentas se volvía también casa de minorías sexuales y verdadero pulmón de oxígeno de lo que había sido antes de 1968 una sociedad provinciana, xenófoba, tradicionalista y, como lo vimos en la plaza, muy cercana a anular su tolerancia democrática consustancial y abrir paso a una versión mexicana de la bestia parda.
Se dirá, con absoluta razón, que esa cultura, que más que un centro es una federación de intereses y complejidades, no es más que una rive gauche, un islote urbano democratizador en medio del mar de una nación inmensa y violenta, barbarous Mexico, plagada de autoritarismos caciquiles y una población cada día más azotada por la miseria. Es cierto. Justamente, la dificultad radica actualmente en extender ese embrión, diseminarlo por otros espacios. Antes, los profetas miraban caer la noche sobre la tierra baldía, llorando desde la soledad de su jactancia. Ahora, cuentan con un pequeño ejército, que es la suma de sus fuerzas y de sus debilidades, y que debe partir de la premisa de que no marcha a conquistar una república salvaje sino a fundirse con la parte olvidada que necesita para vivir. En el otro extremo, en el universo de las masas urbanas y rurales, empiezan a agitarse las banderas aún poco visibles que anuncian previsibles encuentros. Formas culturales rebeldes surgen en los barrios, el otro México amenaza con renacer de las cenizas de la opresión corporativa y con extender la mano en busca de la síntesis con los sectores civiles más modernizados y beligerantes; el encuentro es difícil, ya que los habitantes de la rive gauche tendrán miedo de cruzar a nado el río, y más aun, porque retomando los términos de Blok, entre el pueblo y la inteligencia democrática se erige el Estado mexicano y su amplia baraja de recursos. Ese Estado no podrá ser esquivado con un salto olímpico ni difuminado con las pesadillas de la inteligencia; tendrá que ser cruzado por fuerzas centrífugas que lo desmantelen y lo cimbren desde su interior. En las batallas por la tierra baldía, el marxismo, inteligencia demoníaca del siglo veinte, ha jugado un papel protágonico. El marxismo de los setentas democratizó la cultura, abrió puertas clausuradas por la intolerancia y develó espejos donde mirar su desnutrición. Ahora es el momento en que pase a ser componente de una amplia cultura de masas democrática y pluralista, en cuyo interior sea posible hacer política.
III. FUNDACIÓN DE ARCADIA
Las profecías lanzadas desde la cátedra podrán crear sectas fanáticas, pero nunca una auténtica comunidad. A quienes no puedan soportar virilmente este destino de nuestro tiempo hay que decirles que vuelvan en silencio, llana y sencillamente, y sin la triste publicidad habitual de los renegados, al ancho y piadoso seno de las viejas iglesias, que no habrán de ponerles dificultades.
Max Weber, La ciencia como vocación
Plagio alfonsino: el marxismo nacional es el conjunto de las obras escritas por los marxistas mexicanos. Para quien proteste, no sin razón, considerando que el marxismo es algo más que la literatura más copiosa del siglo, agreguemos: el marxismo mexicano es la teoría y la práctica de los individuos y de los grupos que se han proclamado marxistas y algunos otros que temen decirlo o que lo son sin saberlo.
La extensión de esta definición pretende ser un recurso desmistificador del ser marxista, categoría colindante con la ontología heiddegeriana, pero también la hipótesis de un marxismo contemporáneo que no es reductible a ninguna de sus prisiones genéricas: ni filosofía ni ciencia, ni ideología ni política, por separado. Es una cultura donde se reúnen para omitirse mutuamente y desdibujar sus límites la filosofía, la ciencia, la ideología y la política. Naturalmente, en más de un sentido, esta no es una definición marxista.
La refundación del marxismo en México después de 1968, si consideramos que desde los años veintes hubo sectas y profetas, mártires y licenciados, perdedores y victoriosos que hablaron en su nombre, adquiere la apariencia de una fábula.
Fue entonces cuando se fundó Arcadia. Como una invasión silenciosa los marxistas empezaron a reproducirse como hongos, a forcejear con autoridades irritadas e irritantes, a menudo violentas que en un cerrar y abrir de ojos, habían abandonado para las hormigas rojas algunas ruinas en universidades, facultades e institutos de investigación, donde a los marxistas les fue encomendado, mientras los astros no dijeran otra cosa, formar su Arcadia. Ante la imposibilidad de conquistar la Tierra Baldía, la invención de Tierra Santa.
La Academia fue Arcadia. Declararse no marxista era un crimen para el cual la excomunión era un crimen menor. Los marxistas se excomulgaban entre sí, pero debe recordarse que la herejía es participación en lo sagrado. A los no marxistas: guijarros calientes bajo los pies en el desierto.
Arcadia empezó a trabajar. En su interior los marxistas empezaron a revisar nuevas evidencias, con el objetivo de comprobar "nacionalmente" las Sagradas Escrituras. Poco después, los marxistas empezaron a organizar debates. Una mesa redonda sobre articulación de modos de producción, cuentan los que ahí estuvieron, llenaba los auditorios, infestaba los pasillos, diseminaba tertulias posteriores en salones, cafés y habitaciones. Como una bendición, la Ciencia era repartida proporcional y democráticamente entre cada uno de los asistentes. Mi vecino de butaca, ¿es althusseriano por su marcialidad jesuítica o viste las camisas grises del campesinista chinoiserie?
Los grandes intelectuales marxistas que dictaminaban modos de producción, sujetos sociales y formaciones socioeconómicas, ya no estaban solos. Sus discípulos se contaban por cientos, formando un selecto cuerpo de lectores, compuesto por una generación de profesores marxistas en incesante mutación. ¿Te das cuenta que ella cambió su manera de vestir desde que abandonó las citas de Lenin por Agnes Heller y Christine Buci-Glucksmann?
Estudiantes, activistas y docentes, muchos de ellos haciendo votos de pobreza, calzados con socráticos huaraches, agitaban en sus manos temblorosas los textos clásicos, mismos que llevaban a las asambleas y movían con la vehemencia de una colérica oratoria. Figuras internacionales del marxismo, invitadas a discutir con los arcadianos, se acusaban de pertenecer a la CIA a la menor provocación, sobre todo cuando se difería en relación al porcentaje de Kondriatiev de la perecuación de la tasa de ganancia media.
En algunos casos, como en los seminarios de El Capital, cumbres de la alta academia, la Vida fue derrotada por la Teoría. Los que concurrían a estos círculos del saber hermético creyeron ingenuamente que la fórmula D-M-D era la llave mágica que abría la cueva de Alí-Baba, quedando liberados los cuarenta ladrones (Marx, Lenin, Trotsky, Stalin, etc.) que extenderían ante sus pies la alfombra roja de la revolución proletaria.
La grey marxista soñando en soledad, esperando mejores tiempos, envió expediciones al exterior para el estudio empírico de los sujetos sociales. Se establecieron pequeñas Arcadias entre obreros y campesinos; en el interior de Arcadia la grande, se podían elegir la secta o el cubículo o la combinación de ambas.
Cuando el estado de sitio se fue diluyendo, los habitantes de Arcadia fueron saliendo al exterior y se dieron cabal cuenta de que Arcadia no había sido inútil. Que una extraña nación plagada de misterios y requiebros los esperaba para comprobar sus teorías y sus alucinaciones.
IV. LOS LIBROS DE ARENA
Antes había una izquierda ignorada y a su alrededor una conspiración de silencio. Ahora hay una izquierda atrapada en la conspiración del ruido.
Jean Cocteau
En última instancia el marxismo mexicano de los setentas pensó para la política. Si recordamos las polémicas teóricas que en su interior se desarrollaron descubriremos una obsesión por revelar los secretos de una nación cuyas cajas de pandora habían permanecido cerradas para el pensamiento marxista. No sólo la realidad era obtusa, sino los instrumentos para develarla caducos. Toda teoría que se desplaza hacia el conocimiento de la realidad pasa por la amarga prueba de cerrarse sobre sí misma, afinando los compartimentos estrechos de la ortodoxia, diferenciándose de los enemigos y de los falsos amigos.
Diferenciarse era una necesidad imperiosa. Largos años de inopia y autarquía enseñaron a los marxistas que nada bueno podía venir de un Estado acostumbrado a sentarse en todas las mesas y a comer de todos los platillos. La diferenciación surtió efecto si consideramos que ya han sido sentadas las bases para una existencia autónoma del marxismo mexicano. Si hemos hablado de autonomía, es porque la entendemos como una relación de casualidad entre partes y no una separación tangencial entre lo que ya no puede separarse.
Hemos insistido en que el marxismo es una extensa cultura política contemporánea, donde conviven santos y demonios, mártires y asesinos, glorias y vergüenzas. Bajo este amplio manto han sucedido tanto los episodios más nobles de la rebeldía humana como los crímenes más aterradores. En su nombre reinan tanto el terror de Estado como la eterna aspiración a la ciudad del Hombre.
En México, el marxismo habrá de ser autónomo o no lo será más. Una corriente de acción y pensamiento que no podrá sobrevivir sino es en relación de compromiso con una sociedad concreta y una problemática nacional precisa. El marxismo cerrado en sus fronteras, como exhalación de una otredad, limpio de compromisos con una realidad incómoda es un sueño, y además un mal sueño. Quienes sigan pensando en un antiguo marxismo reducido a ciencia positiva, mejor han de seguir el consejo doctoral de Weber y regresar, sin la triste publicidad habitual a los renegados, al seno de las viejas iglesias.
En el terreno de la teoría, el pensamiento marxista en México empieza a alcanzar una riqueza superior incluso a la de algunas de las afamadas metrópolis. Ya parece haberse dado el salto que va de los Seminarios de El Capital a los Talleres de Realidad Nacional. Sin embargo, apenas empieza a nacer, y esa es una de las lecciones encomiables de los setentas, un marxismo desplegado como crítica negativa y radical de todos los espacios nacionales, con intereses en la política, la economía, la historia y la ideología. Tendrá que extenderse cada vez más hacia las más complejas manifestaciones de la cultura y la vida cotidiana, el medio ambiente y el individuo.
En lo referente a la interpretación de la sociedad mexicana, el combate librado entre una teoría que siempre marcha a la cola de la realidad seguirá dándose. La necesidad de seguir sacando enigmas y soluciones de ese gran libro de arena abierto por la revolución mexicana es aún relevante. El marxismo demostró en la década pasada y en los últimos días la dificultad de seguir pensando México según divisiones de la tradición clásica y sus simplificaciones ortodoxas. Muy probablemente el problema teórico político más intenso al que se han enfrentado los marxistas mexicanos a la hora de ajustar cuentas con nuestra sociedad, sea la escurridiza ubicación de los sujetos sociales fundamentales, su insistencia en aparecer como formas mutantes antes que como realidades estructurales. ¿Dónde está la burguesía: en la trastienda del Estado o en las puertas de la sociedad civil? ¿La clase obrera es la base del poder político o su puente hacia la sociedad?
Si el Estado, el poder propiamente dicho, es la preocupación desgarradora del marxismo contemporáneo, más aun lo es para los marxistas mexicanos. La irresistible atracción por el Estado se renueva por oleadas entre los marxistas mexicanos, produciendo generaciones de ciegos. Naturalmente no se trata de omitirlo o desaparecerlo con la magia de los principios, sino de penetrarlo, comprenderlo y derrotarlo para encontrar las llaves del porvenir. Una crítica radical del Estado mexicano habrá de ser una crítica política alternativa, no una declaración de higiénica independencia. Además, sólo una crítica severa y creativa del poder estatal tal como actualmente se manifiesta, sentará las bases para evitar su reaparición con nuevas etiquetas y la misma carga opresiva y autoritaria.
La añeja metáfora que habla de dos Méxicos se repite con todo su contenido de mito y superficialidad. Pero encierra la necesidad de que los espacios pequeños y frágiles que ocupa hoy una embrionaria cultura socialista y democrática, con o sin marxismo, se extiendan, diseminándose más allá de la reducida esfera política y cultural en que se encuentran, para fundirse con una historia popular que desconocemos, en la auspiciosa tierra de nadie.
Paradójicamente, cuando el marxismo va alcanzando su madurez como pensamiento polar de la modernidad, superando la destrucción sistemática a la que fue sometido durante el stalinismo, es cuando se halla en su nivel más bajo como ideología propia y de los trabajadores y cuando más desprestigiado se encuentra como práctica política y razón de Estado. Sólo quienes conciben al marxismo como una respuesta integrista a todo cuanto hay en el universo pueden hablar de una crisis de éste como pensamiento. Real y afortunadamente, el marxismo no puede ni debe resolver todas las cuestiones. La verdadera crisis del marxismo está en la crisis de su viabilidad como camino a la utopía, en la quiebra de su pertinencia como supuesto resumen de tradiciones libertarias. Por ello, mientras siga gozando de libertades para hacerlo, el marxismo en México tiene la obligación de convertirse, so pena de cerrar por completo su camino como crítica radical, en alternativa contestaría de los dos autoritarismos que nos conciernen, el generado por la organización estatal mexicana y el desarrollado en los países del socialismo realmente existente. En relación a lo último, el marxismo debe denostarse a sí mismo, como portador de proyectos autoritarios y estatistas nacionales; esgrimiendo la crítica de las armas contra los imperios y las armas de la crítica sobre los proyectos continentales de socialismo.
V. LA CONSPIRACIÓN DEL RUIDO
Los avatares del marxismo militante en el México de hoy se han debatido y previsiblemente lo seguirán haciendo, en el sentido de lograr una secularización definitiva de la praxis marxista. Es hora de distinguir la ideología y el programa. Antes que pensar en la reedición de los viejos partidos revolucionarios de principios de siglo, se antoja crear organizaciones de nuevo tipo, laicas, desarrolladas en la unidad programática y en la diversidad ideológica, que puedan fundirse con movimientos populares de una amplia gama de características, donde concurrirán masas católicas, nacionalistas, reformistas o sencillamente rebeldes, cuyos métodos de lucha aparecerán en una multiplicidad de formas, teniendo necesidad de acceder tanto a las esferas políticas tradicionales como a la organización de contenidos de lucha y gestión renovadas.
En el pensamiento, un marxismo asumido como cultura política en relación de igualdad y concurrencia con otras culturas democráticas habitantes de un espacio común; un marxismo dispuesto a perder hasta su nombre si ello acorta la ruta de la utopía.
En la política, un marxismo que unifique en el programa y diversifique en los principios. El centro del programa es la democracia, inclusive empezando por la primera democracia, la de las libertades formales. La democracia formal es muy limitada, pero sólo a través de ella se accede a otras democracias.
¿Sobrevivirá el marxismo a su crisis, sobrevivirá a la decadencia del siglo veinte, saltará el obstáculo de la sucesión de catástrofes que se avecinan? Sólo lo logrará si escapa de sus límites.
Por último, la anécdota.
La noche del 14 de marzo de 1983 se celebró en el Palacio de Bellas Artes el centenario de la muerte de Karl Marx. A algunos comentaristas sorprendió que la izquierda eligiese el espacio consagratorio de la cultura estatal para recordar a su unánime inspirador. No era, empero, la primera ocasión en que los socialistas nacionales exhibían grandezas y miserias en el local que don Porfirio mandó construir y que concluyó la administración de Ortiz Rubio. El edificio de mármol de la avenida Juárez, que como todos sabemos cada año es empujado por su peso insensato hacia las profundidades del lago cautivo sobre el cual la ciudad reposa, ya había sido escenario de combates marxistas, entre ellos o contra sus enemigos. Forzando la relación entre los símbolos arquitectónicos y los días fundamentales, tal pareciera que Bellas Artes dice mucho a los socialistas de este país.
Durante los años treintas, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, los intelectuales marxistas de la primera mitad del siglo, lo convirtieron en arena de sus diatribas y recriminaciones. Un 30 de abril de 1938, el líder obrero Valentín Campa denunciaba en ese foro la conspiración del general Saturnino Cedillo contra el gobierno cardenista.
El 18 de enero de 1947, convocados por el exorcizador Vicente Lombardo Toledano, se dieron cita en Bellas Artes las diversas corrientes y personalidades de la izquierda, en la célebre mesa redonda de marxistas. Seis años después, 1953, los restos mortales de la pintora comunista Frida Kahlo fueron velados ahí. En esa ocasión, la presencia de una bandera roja con la hoz y el martillo depuso funcionarios y atizó la histeria anticomunista.
Si los debates que los pintores realizaron allí fueron el breve sueño de aquellos marxistas que se sintieron parte de los edificios del poder a través de sus muros, y tiempo después el escándalo Frida Kahlo escenificaba la expulsión del marxismo de la arquitectura ideológica estatal, ¿qué significado tendrá para los marxistas esta nueva y arrebatada visita a Bellas Artes?
La concurrencia era abundante. Pronto la capacidad del foro resultó insuficiente y los asistentes empezaron a invadir balcones y zonas reservadas. En un gesto desesperado y heroico, los empleados de Bellas Artes abandonaron la lucha contra la multitud y se concentraron en la defensa del palco presidencial.
El acto comenzó. No estaban todos lo que son, y según algunos las ausencias eran oprobiosas. Hicieron uso de la palabra los viejos dirigentes obreros, los nuevos marxistas de la década pasada, los trasterrados de los diversos exilios, los traductores de las obras clásicas. En el presidium estaba concentrada la amplia mayoría de notables de la cultura socialista y democrática del país. Pero la solemnidad no se mantuvo. "Una academia asediada por el reventón", insinuó un comentarista de la cultura nacional. Finalmente apareció el caos. El escenario se transformó para adoptar las reglas de la ópera bufa.
Posesionado de un palco, un agitador estudiantil descubrióse así mismo ubicado en la más maravillosa de las posiciones públicas, aquella en que el orador impone por la violencia su presencia a un auditorio que no puede moverse, ni dejarlo de mirar ni evitar escuchar su voz. Desde ese sitio estratégico el agitador hacía muecas, llamaba a la revolución internacional y blandía su bandera roja. El público, entre divertido y azorado, respondía al representante de todos los agitadores victoriosos que hemos querido ser.
En el palco donde se encontraba quien esto escribe, una media docena de jóvenes, engalanados con leyendas y banderas anarquistas, intentaban penetrar por la fuerza al balcón. Las advertencias de que el sobrepeso lanzaría al vacío a todos, ácratas y autoritarios unidos, fue desoída. ¿Los vientos nuevos de la acracia o el resoplo decrépito del porrismo?
Desde otros palcos, políticos de la izquierda insultaban a los oradores de vez en cuando e intercambiaban alegres obscenidades con amigos y camaradas. Una mujer reclamó a voz en cuello la ausencia de mujeres en el presidium. Los músicos fueron insultados, consignas de John Lennon reeditadas. Al final, la Internacional fue ignorada.
Un acto similar hubiera provocado iguales desórdenes en cualquier otra parte del mundo. Nadie está dispuesto a compartir a Marx con el vecino de butaca. Sería mucho pedir esperar un bicentenario de la muerte de Marx recordado por los trabajadores de una nación dueña finalmente de su destino, en sus casas, a la hora de cenar. Bastaría con eso. Mientras tanto, el marxismo mexicano vive en sus contradicciones, en su fuerza y su debilidad.
CRONOLOGIA
1968:
Movimiento estudiantil popular. Muerte de Vicente Lombardo Toledano. Alonso Aguilar. Dialéctica de la economía mexicana: Anatol Shulgovski, México en la encrucijada de su historia. Luis González, Pueblo en vilo; Lorenzo Meyer, México y Estados Unidos en el Conflicto petrolero. Jornadas de Mayo en Francia. Primavera de Praga en Checoslovaquia. Obras de Althusser, Goldmann y Marcuse.
1969:
Agudo clima de represión y reflujo en el país, Roger Bartra. El modo de producción asiático; Cardoso y Faleto, Dependencia y desarrollo en América Latina; Gastón García Cantú, El socialismo en México, Siglo XIX; Pablo González Casanova, Sociología de la explotación; John Womack, Zapata y la Revolución Mexicana; Jaime Labastida, Ciencia, producción y sociedad de Descartes a Marx. Ultima conferencia internacional de partidos comunistas, Moscú. El año anterior el PCM había condenado la invasión soviética de Checoslovaquia. Choques fronterizos entre la URSS y China. Renuncia de Gaulle a la presidencia de Francia. Muere T.W. Adorno. Obras de Bloch, Della Volpe y Kilakowski.
1970:
Luis Echeverría, presidente, Pablo González Casanova, rector de la UNAM. Muere Lázaro Cárdenas. Manuel Aguilar Mora, La crisis de la izquierda en México, Gómez Jara, El movimiento campesino en México: Monsiváis, Días de guardar; Sánchez Vázquez, Estética y marxismo, Triunfo electoral de la Unidad Popular en Chile. Se proclama la república Khmer en Kampuchea. Derrocamiento de Gomulka en Polonia. Obras de Claudín, Garaudy, Blöwy y Sabag.
1971:
Apertura democrática. Matanza del 10 de junio. Liberación de los presos políticos de 1968, entre ellos, varios dirigentes comunistas y Eli de Gortari y José Revueltas, intelectuales marxistas. James Cockroft, Precursores intelectuales de la revolución mexicana; Carlos Fuentes, Tiempo mexicano; Adolfo Gilly, La revolución interrumpida; Andre Gunder Frank, Lumpenburguesía, lumpendesarrollo; Roger Hansen, La política del desarrollo mexicano; Arnoldo Martínez Verdugo, PCM Trayectoria y perspectivas; Porfirio Miranda, Marx y la biblia; Octavio Paz, Posdata; Elena Poliatowska, La noche de Tlaltelolco; Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México; Adolfo Sánchez Vázquez, filosofía de la praxis; Sergio de la Peña, El antidesarrollo de América Latina. Muerte de Krushov. Fidel Castro viaja a Chile. China Popular es admitida en la ONU. Juan José Torres es derrocado en Bolivia. Muerte de Lukács. Obras de Abendroth, Coletti, Lefevbre.
1972:
Se constituye el Comité Nacional de Auscultación y Coordinación para formar un nuevo partido político de izquierda. Sergio Flores, del PCM, asume la rectoría de la Universidad Autónoma de Puebla. Primera huelga del sindicalismo universitario. Se constituyen frentes populares en diversas regiones del país. El PCM normaliza sus relaciones con los comunistas chinos. Antonio Alonso, el movimiento ferrocarrilero en México; Jorge Carrión et al, La burguesía, la oligarquía y el Estado; Arnaldo Córdova. La ideología de la Revolución Mexicana; Juan Felipe Leal, La burguesía y el Estado mexicano; Ramón Ramírez, La moneda, el crédito y la banca; Rodolfo Stavenhagen, Sociología y subdesarrollo; Gerardo Unzueta, La concepción materialista de la historia. Nixon visita China. Se normalizan las relaciones entre la RFA y la RDA. Obras de Cerroni, Marcuse, Lecourt, Aparece la revista Punto Crítico.
1973:
Auge de la insurgencia sindical. Renuncia de González Casanova a la UNAM. Campos Román, del PCM, asume la rectoría de la Universidad de Sinaloa. XVI Congreso Nacional del PCM, "Crisis estructural y revolución democrática y socialista", Rey Mauro Marino, Dialéctica de la dependencia; Jean Meyer, La cristiana; Octavio Rodríguez Araujo y Manuel Márquez, El Partido Comunista Mexicano; Enrique Semo, Historia del capitalismo en México; Alonso Aguilar et al, México, riqueza y miseria. Derrocamiento de Allende. Armisticio entre EU y Vietnam. Desembarco guerrillero fracasado en Dominicana. Perón llega al poder en la Argentina. Muere Max Horkheimer. Obras de Garaudy y Mandel.
1974:
Fundación de los partidos Socialistas de los Trabajadores y Mexicano de los Trabajadores de los Trabajadores. El PCM llama a la unidad de izquierda. Rosalío Wences Reza, candidato de la izquierda, asume la rectoría de la Universidad Autónoma de Guerrero. Muere en combate Lucio Cabañas. Muere David Alfaro Siqueiros. Alonso Aguilar, Mercado interno y acumulación de capital en México; Vania Bambirra, El capitalismo dependiente latinoamericano; Roger Bartra, Estructura agraria y clases sociales en México, Daniel Cosío Villegas, el sistema político mexicano; Arnaldo Córdova, La política de masas del cardenismo; Michel Gutelman, Capitalismo y reforma agraria en México; Enrique González Rojo, Para leer a Althusser. Aparece la revista Historia y sociedad (Segunda época). Obras de Althusser, Poulantzas, Shaff. Revolución de los claveles en Portugal. Independencia de Mozambique. Revolución en Etiopía
1975:
El PCM y otras fuerzas lanzan a Valentín Campa a la presidencia de la república. Anguiano, El estado y la política obrera del cardenismo; Juan Felipe Leal, México. Estado, burocracia y sindicatos; Sergio de la Peña, La formación del capitalismo en México; Adolfo Sánchez Vázquez, Del socialismo científico al socialismo utópico; Aparece la revista Cuadernos políticos. Victoria de la revolución vietnamita. El Khmer se apodera de Kampuchea. Independencia de Angola. Importante avance electoral del PC italiano. Obras de Berlinguer, Buci-Glucksmann, Lefebvre.
1976:
López Portillo, presidente. Devaluación y crisis política. Movilización de los electricistas democráticos. Se unifican fracciones trotskistas en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Muerte de José Revueltas. Cálculos aproximados dan a Valentín Campa un poco menos de un millón de votos en las elecciones presidenciales. Golpe gubernamental al diario Excélsior. Tomas y expropiaciones de tierra en el noroeste del país. El Colegio de México, Historia General de México. Barry Carr, Los sindicatos y la política en México; Eli de Gortari, El método dialéctico; Mario Huacuja y José Woldenberg, Estado y lucha en México actual; Enrique Krauze, Caudillos culturales de la revolución mexicana; Mario Monteforte Toledo et al, Literatura, ideología y lenguaje; Angel Palerm, Antropología y marxismo; Alfredo Tecla, Universidad burguesía y proletariado; Arturo Warman, Y venimos a contradecir. Aparece el Semanario Proceso. Muerte de Mao Tse Tung. Constitución en Cuba. Reforma política en España. Cumbre eurocomunista. Luis Corvalán es canjeado por el disidente soviético Bukowski. Golpe militar en la Argentina. Obras de Balibar, Cerroni, Kolakowski.
1977:
Se anuncia la reforma política. La huelga en la UNAM es rota por la policía. Se realiza públicamente el XVIII Congreso Nacional del PCM. Aparece la revista Vuelta. Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada; Ariel Contreras, México 1940. Industrialización y crisis política. Agustín Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina. Enrique Dussel, Filosofía de la liberación; Adolfo Gilly et al, Interpretaciones de la revolución mexicana; Enrique González Rojo, Teoría científica de la historia; José Fco. Paoli y Enrique Montalvo, El socialismo olvidado de Yucatán; Luisa Paré, El proletariado agrícola en México; Octavio Paz; El ogro filantrópico; Carlos Pereyra, Configuraciones; Teoría e historia. Aparece el diario unomásuno. Legalización del PC español. Encuentro de disidentes del Este en Barcelona. Destitución de Podgorny en la URSS. Obras de Bahro, Carrillo, Claudín y Comín.
1978:
Registro condicionado al PCM y al PST. Ley de amnistía. Boom petrolero. Primera manifestación pública política del movimiento homosexual. Jorge Aguilar Mora, La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz; Roger Bartra, El poder despótico burgués: Johanna Broda y Pedro Carrasco, Economía, política e ideología en el México prehispánico; Valentín Campa, Mi testimonio; Jorge G. Castañeda y Enrique Hatt, El economismo dependentista; Arnaldo Córdova, La política de masas y el futuro de la izquierda en México; Pedro López Díaz et al, Capitalismo y crisis en México; José Revueltas, México 68. Juventud y Revolución y Cuestionamientos e intenciones; Raúl Olmedo et al, Modos de Producción en América Latina; Sergio Zermeño, México, una democracia utópica; Aparece la revista Nexos. Derrota de Pol Pot en Kampuchea. Se inicia la revolución sandinista. Obras de Foucault, Heller y Pulantzas. Muere Ramón Mercader, asesino de Trostsky.
1979:
Elecciones legislativas. El PCM obtiene el 5.10% de la votación y 18 diputados para la coalición de izquierda. Se constituye el Frente Nacional para la Liberación de los Derechos de las Mujeres. Se constituye el Frente Nacional contra la represión. Armando Bartra, Polémica sobre las clases sociales en el campo mexicano; Víctor Manuel Durand, México, la formación de un país dependiente; José Ramón Enríquez e Iñíguez, Cristianos y marxismo; Evodio Escalante, José Revueltas. Una literatura del "lado moridor"; Eli de Gortari, La ciencia en la historia de México; Pablo González Casanova, Enrique Florescano et al, México hoy; Arnoldo Martínez Verdugo, Crisis política y alternativa comunista; Octavio Rodríguez Araujo, La reforma política y los partidos en México; Sara Sefchovich, la teoría de la literatura en Lukács. Guerra Entre China y Vietnam. Triunfo de la revolución sandinista. Derrocamiento del Sha de Irán. Obras de Marramao, Luporini.
1980:
El PCM condena la invasión soviética de Afganistán y se manifiesta por una solución democrática del conflicto polaco. Se extiende la insurgencia magisterial. José Arico, Marx y América Latina; Del Barco; Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas; Jorge Castañeda, Nicaragua. Contradicciones en la revolución; Pablo González Casanova et al. La clase obrera en la historia de México; Jorge Martínez Contreras, Sartre, la filosofía del hombre, Américo Saldívar, Ideología y política en el Estado mexicano; Adolfo Gilly, La nueva Nicaragua; Edelmiro Maldonado, Breve historia del movimiento obrero mexicano; Gerardo Peláez, PCM Cronología. Inicio de la ofensiva revolucionaria en El Salvador. Huelgas obreras en Polonia. Legalización de Solidarosc. Muertes de Jean Paul Sartre y Herbert Marcuse. Nicos Poulantzas se arroja de un edificio. Aparecen las revistas El Machete, Dí y Crítica Política. Muere J.B. Tito.
1981:
El PCM y otras fuerzas de izquierda ganan varios municipios. Se realiza el XIX Congreso Nacional del PCM en el marco de una aguda lucha interna. Se abandona la dictadura del proletariado. Muere Rafael Galván. Cinco organizaciones de izquierda se fusionan dando lugar al Partido Socialista Unificado de México. Poco antes el PMT se había retirado del proceso. El PSUM postula a Martínez Verdugo como candidato a la presidencia de la república. En el festival del PSUM se enfrentan violentamente grupos de militantes con motivo de la implantación de la ley marcial en Polonia. El PRT postula a Rosario Ibarra de Piedra a la presidencia. José Joaquín Blanco: Función de medianoche; Roger Bartra, Las redes imaginarias del poder político; Miguel Basañez, La lucha por la hegemonía en México; Rolando Cordera y Carlos Tello, La disputa por la nación; Adolfo Gilly, Guerra y política en El Salvador. Golpe militar en Polonia. Triunfos socialistas en Francia y Grecia. Debacle electoral del PC francés, que sin embargo accede al gobierno. Muerte de Luigi Longo. Louis Althusser asesina a su esposa y es internado en un psiquiátrico.
1982:
Severa crisis económica. Nacionalización de la banca. De la Madrid, presidente, I Congreso Nacional del PSUM, Pablo Gómez, secretario general. Reaparición de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria y reagrupamiento de una parte de la izquierda radical en la OIR-Línea de masas. PSUM, tercer fuerza electoral. Exitosa votación de Rosario Ibarra, Manuel Aguilar Mora, El bonapartismo mexicano; Roger Bartra; El reto de la izquierda; Jorge Castañeda, Los últimos capitalismos; Garrido, El partido de la Revolución Institucional. Hipólito, Guerrero, amnistía y represión; Pablo González Casanova, La nueva metafísica y el socialismo, Frederich Katz, La guerra secreta; Enrique Semo et al, México, un pueblo en la historia. Mueren Dionisio Encina y Carlos Sánchez Cárdenas. Muere L. Brejnev. Victoria del PSOE en España. Rompen los comunistas italianos con el PCUS. Regionalización del conflicto en Centroamérica.
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