Sobre los delirios y democracia
Guillermo Almeyra
C
omo se sabe por Homero, Casandra había sido condenada a predecir correctamente todo lo que sucedería pero sin ser jamás creída. Los troyanos, por lo tanto, en vez de atesorar sus predicciones y de tomar las medidas necesarias para contrarrestar las más funestas, consideraban a Casandra un pájaro de mal agüero, una delirante perturbadora.
En México no han faltado los que en varias ocasiones calificaron de delirantes mis artículos, como uno que, pocos meses antes de las elecciones estadunidenses, preveía –junto a un reducido puñado de otros analistas– el triunfo de Trump y su bárbaro gobierno de multimillonarios votados por obreros, o el último que se pregunta, mencionando varios posibles desastres, en qué contexto mundial se prepara México a entrar en pleno periodo electoral para las elecciones presidenciales de 2018 si éstas llegasen a hacerse.
Los doctores Pangloss de hoy, para quienes todo funciona perfectamente en el mejor de los mundos posibles, son incapaces de estudiar una situación compleja y las interacciones posibles o probables entre diversos fenómenos y por eso no pueden analizar nada. Su irracionalidad es tal que recurren a horóscopos, adivinos y gurúes y, para ellos, una astrónoma de primer orden es simplemente una astróloga. Como siempre, en vísperas de grandes transformaciones histórico-sociales, las clases dominantes gobiernan mediante mediocres e ignorantes.
María Antonieta, con su frivolidad y superficialidad abrumadora y sus berrinches, y Luis XVI, ajeno a todo salvo a su hobby de cerrajero, o la zarina y su corte de creyentes en Rasputin y su Zar imbécil, comprobaron este fenómeno en el pasado. Hoy lo hacen los varios Renzi, la May y otros Macrones que remplazan a estadistas, también reaccionarios pero de otra talla, como De Gasperi, Churchill o De Gaulle. Incluso en nuestro continente, los Peña Nieto y Macri visten los ropajes demasiado grandes para ellos de los Juárez o incluso Perón y viven dentro de la burbuja creada por sus cortesanos. Como dicen los creyentes Dios ciega a los que quiere perder.
Para desgracia de los que consideran delirante revelar las tendencias actuales en el curso del desastre ambiental y del caos político mundial, los hechos confirman de inmediato los análisis acertados.
El huracán Harvey, después del Katrina que asolara Luisiana, puso de rodillas a Texas, costó hasta ahora 116 mil millones de millones de dólares y demostró así, por si fuese necesario, el carácter criminal de la política de Trump, que niega el cambio climático global pero sufre y sufrirá cada vez más sus consecuencias pues se niega a reducir la emisión de gases con efecto invernadero. Moody's, por su parte, no demoró en hacer sentir la voz de los mercados ante la posibilidad de que López Obrador gane las elecciones de 2018, si éstas se realizasen.
Bastaban dos dedos de frente para saber que todas las muestras de moderación dadas a Estados Unidos, al capital financiero y a sus agentes de la oligarquía mexicana no iban a servir para nada pues las clases dominantes ven a AMLO como un advenedizo, un sapo de otro pozo, y consideran peligroso cualquier apoyo de masas a cualquier político latinoamericano. Protestar ahora contra la injerencia de Moody's en la vida política mexicana no basta: el candidato discriminado debería convocar de inmediato a manifestaciones masivas de repudio aunque desgraciadamente no lo hará pues ha optado por la política del bicho bolita, que se hace lo más pequeño posible y se esconde en un rincón esperando pasar desapercibido para que no lo pisen o que no se lo coman. ¿Por qué no consulta a sus bases sobre cómo reaccionar?
Eso nos lleva al problema de la democracia en los organismos de masa. Los sindicatos franceses o los argentinos, temerosos y burocratizados, negocian todo lo que pueden con los representantes estatales de su enemigo de clase para no llegar a conflictos que podrían llevar a que los dirigentes sindicales pierdan sus privilegios. En vez de recurrir a la democracia sindical y de informarse mediante asambleas de delegados y de todo el personal de las empresas, encargan encuestas como si vendiesen jabones. Lo mismo hace López Obrador con su partido, en el que la base no es consultada ni decide nada y se entera de lo resuelto –¿por cuántos dirigentes?– leyendo los diarios.
Si antes de una posible pelea en la cual se necesitarán hacer participar todas las fuerzas y las capacidades uno desarma a su ejército y le venda los ojos para demostrar una disposición pacifista, está diciendo que se dará por vencido casi sin lucha.
Hay una clara relación entre la participación de las bases de los organismos de masa, las posibilidades de victoria y la democracia sindical o partidaria. Si se quiere realmente enfrentar una amenaza o un problema y cambiar la relación de fuerzas para poder cambiar la sociedad, es necesario promover la participación de las grandes masas y su creatividad tanto en Cuba, China, México o Argentina como en los partidos de izquierda y en los sindicatos.
La lucha real no se librará en las urnas. Se hace, por el contrario, en la movilización y educación cotidiana de la mayoría de la población escuchando sus problemas y luchando por solucionarlos; se hace explicando claramente quién y qué es el enemigo. El eventual apoyo de los votos es sólo un subproducto de esa actividad.
No delira quien analiza cuáles son las fuerzas en presencia y qué se puede prever. Delira en cambio quien cree poder prescindir del análisis de todas las fuerzas en presencia y del contexto mundial en que se verifica cada conflicto. A las Casandras actuales que, armadas con un método y con una preparación especializada, previenen sobre lo que podrá suceder no hay que denostarlas sino que hay que escucharlas verificando si sus análisis son o no correctos.
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