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lunes, 2 de mayo de 2011

LOS FUNERALES DE SALVADOR GAYTAN


LOS FUNERALES DE SALVADOR GAYTAN
Crónica
 Acababa de pasar la calle y estaba por subirme a la banqueta cuando voltee hacia donde estaban Salvador y Beatriz, a mitad de la calle, cuidándose de los autos que venían a su derecha, pero no vieron que por su izquierda llegaba un pick up a alta velocidad embistiéndolos brutalmente. Beatriz cayó casi en el mismo lugar, pues debe haberla rozado, nada más, pero Salvador voló literalmente unos 10 metros y cayó de cabeza, quedando tendido en el pavimento. El agresor se dio a la fuga. En el primer instante del atropellamiento Javier y Luz Aguilar (hermanos de Beatriz), y yo, corrimos hacia los cuerpos para protegerlos de los demás automóviles. Se paró el tráfico y la gente empezó a llamar a las patrullas y ambulancias. Apareció un doctor y pidió que no los movieran. Llegaron los paramédicos y dieron los primeros auxilios. Cuando ya estaban en ciertas condiciones los subieron a las camillas y luego a las ambulancias. Yo me fui en la ambulancia con Gaytán, que iba quejándose sin perder el sentido, pidiendo que lo ayudaran y que no lo abandonaran. Le daba palabras de aliento y le aconsejaba que no se moviera pues trataba de levantarse. Yo estaba temblando, pero pensando en Gaytán hacía esfuerzos por controlarme.
Dentro de Urgencias, del hospital, había mucha gente atendiéndose. Los guardias  pedían que solo estuviera un familiar con cada paciente y yo le di preferencia a los familiares de Beatriz para que cuidaran también de Salvador, pues las camillas de los dos estaban juntas. Los demás nos apostamos afuera o en la sala de espera. El dolor, la rabia, la impotencia, nos embargaba, pero debíamos sobreponernos para atender la compleja y terrible situación que se había creado. Y de tiempo en tiempo nos informábamos del estado de salud de ambos. Yo estaba absolutamente seguro de que los dos iban a recuperarse. Jamás pensé en la posibilidad de la muerte. Pero a las 11 pm con 15 min, de ese domingo 17 de abril, salió Javier Andrade y nos dijo: ¡acaba de morir! No gritamos ni lloramos por fuera, pero si por dentro, donde no se viera ni se oyera, tratando de ser fuertes. Calculé que 3 minutos antes había  dejado de latir el aguerrido corazón del camarada Salvador Gaytán Aguirre y así lo escribí, tanto en el texto que envié por celular, como en el comunicado correspondiente, dos horas después, en la habitación del hotel.
 Empezaron a entrar llamadas y mensajes al celular, pidiendo mas detalles, ofreciendo ayuda y comunicando su pesar. Ignacio Lagarda, desde el primer momento, empezó a contactar con las autoridades para que nos atendieran bien. Con los primeros rayos del sol, del lunes 18 de abril, llegaron Felipe Pacheco y su esposa, al hospital. Después llegó Diego Corral, de parte del diputado local Bulmaro Pacheco. El valioso apoyo de Cruz Valles, desde México y el de su colega sonorense Luis Alfonso Valenzuela, ambos dirigentes nacionales de UNORCA, también se hizo presente. Citlali Gaytán, hija de Salvador, anuncio su viaje de Madera a Huatabampo, en una avioneta particular. Y después Kenia, la hija de Felipe, graduada como médico en Cuba, llegó también y nos presentó con varios colegas, pues ella trabaja ahí mismo. Nos vimos rodeados de apoyo y solidaridad y eso menguó la tristeza y nos levantó el ánimo para resolver todos los detalles médicos y legales que venían por enfrente; por ejemplo, el acta de defunción de Gaytán que debía de salir urgentemente, si queríamos que su cuerpo fuera trasladado a Ciudad Madera, como deseaba su familia.
 Citlali llegó a mediodía, acompañada de su esposo y de David de la Rosa, el fiel escudero de Salvador. En ese momento, en el hospital, me entregaron el formato que debía de llenar el medico legista y nos fuimos todos a la funeraria López. Los empleados de la funeraria se fueron con Citlali, su esposo y David a agilizar los tramites legales; y Alfonso Valenzuela, Diego Corral y yo nos quedamos en la funeraria, esperando. Ahí me entere de que a Beatriz la trasladaban al hospital del ISSSTE, de Navojoa. Hablé con Carlos Navarro por indicaciones de Trini Morales y, efectivamente, también por ahí fluyó el apoyo inmediato. El diputado José Guadalupe Curiel estaba interviniendo directamente, para la mejor atención de Beatriz y su traslado al hospital de  Hermosillo. Como a las 4 de la tarde, en tiempo récord, los trámites legales para la entrega del cuerpo de Salvador a su hija estaban concluidos. Reunidos en la funeraria se decidió que Citlali y su esposo volaran  de Obregón al DF, a las 7 pm. Y que al día siguiente volaran del DF a Chihuahua. Mientras que el ataúd con Salvador y su fiel escudero, David de la Rosa, volaran, al día siguiente, de Obregón a Madera, en la avioneta que ya habían utilizado. David y yo nos fuimos a Obregón en la carroza de la funeraria. Pasamos por Fundición y le narre a David la actividad que Salvador había realizado el día anterior, en ese punto.
 El ataúd se colocó en una capilla especial en la funeraria Misión, de Obregón. Hasta ahí llegó el profr. Miguel Ángel Castro Cosió y le presenté a David. Garantizando así la compañía y atención para David, le pedí al dirigente de UGOCEP que me llevara a la Terminal de Autobuses, para trasladarme a Hermosillo y poder apoyar, en lo que se ofreciera, directamente a Beatriz. Ya había concertado el apoyo para sus acompañantes, con Ignacio Lagarda, y el buen amigo los había hospedado a todos en la casa de su mamá. Cuando llegué a Hermosillo tome un taxi y me fui directamente al hospital del ISSSTE. Beatriz se había lastimado más con el traslado y estaban preocupados sus familiares. Había que esperar al día siguiente para saber si era conveniente y posible trasladarla a la Ciudad de México, para su mejor atención.
 El martes 19 nos repartimos las tareas. Yo me fui a la cámara de diputados donde afortunadamente había sesión y estaban los diputados que nos prometían más ayuda. El diputado Curiel estaba dispuesto a pagar el boleto de avión de Beatriz a la Ciudad de México, pero había que decidirse, pues como eran días de vacaciones la demanda había aumentado y los lugares en los vuelos se estaban agotando. Comí con mi correligionario en la JCM, del Mexicali de los `60, el profr. José Guadalupe Montaño y desde su celular hablé con el delegado del ISSSTE, un amigo de ambos, el profr. Félix Mendoza. Su disposición para apoyarnos no estaba en duda y eso me tranquilizó bastante. Médicos y familiares de Beatriz llegaron a la conclusión de que no debían moverla más y que debían intervenirla aquí mismo. Así que lo urgente era conseguir donadores de sangre para estar preparados. La confianza en que las buenas atenciones para Beatriz estaban garantizadas nos hizo decidir nuestro viaje hacia Madera, para asistir a los funerales de Salvador. Así que acordamos con Toño, nuestro chofer, que la salida debía de ser temprano, en la mañana, después de que donara sangre Enrique Vázquez, viajero de la caravana.

El miércoles 20, después de las 10 am, empezamos a movilizarnos hacia Madera. Se quedaban en Hermosillo Javier, Ulises y Gabriela. Nos íbamos a Madera Luz, Lisbeth, Cuellar, Enrique y yo.
 De Hermosillo a Chihuahua hay como 700 km. Pero es una carretera con muchas curvas, tantas que nos revolvió el estómago. Y aun así, comimos con apetito en Yécora, Sonora, antes de cruzar al estado vecino.
 Llegamos a Madera después de las 11 de la noche. Nos instalamos en el hotel de siempre: el Alpino. Y caminamos 5 cuadras hacia arriba para llegar a la funeraria donde estaba Salvador. Abrazamos a la familia, a los amigos y a los vecinos que nos recibieron. El dolor era evidente e inocultable, pero ver a Salvador con su cara de serenidad, blanco y limpio, nos hacia creer que estaba simplemente dormido y que la anterior era una horrible pesadilla.
 Habían llegado muchas ofrendas florales, incluyendo la del espurio, la del gobernador y la del presidente municipal. Encima del ataúd estaba la de Miguel Ángel Castro Cosió, porque seguramente viajó con Salvador desde Obregón. David me habló del homenaje que estaba preparando el gobierno municipal, para las 11 de la mañana del día siguiente; y me dijo que necesitaban una semblanza para ser leída como parte central del evento. Que esa era mi tarea. Así que me retire a teclear, sin parar, hasta que dieron las 3 de la mañana.
 El jueves 21, a las 8 am, desayunamos con los compañeros de UNORCA. La invitación nos la hicieron a todos los viajeros de la caravana antes de retirarnos del velorio; también incluía a Saúl Chacón y sus colegas, que llegaron del DF casi a la misma hora que nosotros; y a Maria de la Paz y Juan Aguado que llegaron de Monterrey por la mañana. Cruz Valles fue el anfitrión en el restauran Los lobos. Pero se prolongó la sobremesa y no pudimos asistir a la misa que le ofrecieron a Salvador a las 9 am. Saliendo de ahí, mi preocupación era imprimir la semblanza y bajar del Internet los mensajes de condolencia que habían llegado a mi correo electrónico. David me ayudo a imprimir, pero como tenía cortado el teléfono dada su crisis económica, tampoco tenía Internet. El esposo de Citlali y su hermano salvaron la situación y me permitieron bajar a mi USB una veintena de mensajes. David los imprimió y estuvieron listos a la hora del evento; con la mala fortuna de que sólo se leyó el de Raúl Florencio Lugo Hernández. Leí la semblanza, declamaron poesías, cantamos Nacho Cárdenas y yo. Habló el presidente municipal y otros oradores; e hicieron guardias de honor muchos de los asistentes. La familia en Pleno presidio el homenaje, en un auditorio muy nutrido. Y algunos  ex guerrilleros que ahí nos encontrábamos nos cuadramos militarmente y gritamos las consignas de rigor: Salvador Gaytán Aguirre ¡Presente! ¡Ahora y siempre, en la lucha combatiente!
 A solicitud de Citlali y la familia de Salvador, se organizó una caravana de automóviles por toda la ciudad. Del auditorio partimos hasta el lugar donde estuvo el cuartel militar aquel 23 de septiembre de 1965. Y de ahí al panteón. La tristeza,  el llanto, las palabras de Jesús Vargas, de la familia y las canciones de Nacho Cárdenas despidieron a Salvador, que descansa en guerra al lado de sus compañeros de armas de los años 60.
¡¡¡Por Salvador Gaytán, no un minuto de silencio, sino todo una vida de lucha!!!